"Cuyagua solía ser de pinga," pensaba mientras montaban el campamento. Cuando salió del trabajo lo único que quería era un fin de tranquilidad con panas y sin colas. Ninguno de los deseos le fue concedido. Alguien chocó en la autopista y por la cola que causó el accidente llegaron a la playa un poco después de las doce de la noche, cuando ya todos los pavitos habían instalado campamentos y el reggaeton sonaba como si no hubiera mañana. Además, dos de sus amigos decidieron llevar novias. Una, era nueva y no la conocía bien. La otra, aunque estaba muy chévere, era una cuaima insoportable.
Terminó de armar su carpa, mientras los demás servían la primera ronda, bajó su silla Coleman del carro y se dispuso a tomar. "Que ladilla el reggaton de los de al lado. Y de los del otro lado. Y los del otro. En este país la gente no quiere trabajar, por eso es que no avanzamos. Uno creería que la gente descansa los fines de semana," gritó el Negro. "Bueno, Negro, con qué moral, nosotros también estamos aquí," dijo la novia ladilla de Daniel. "Cierto," pensó en voz alta y bajó la voz para decir "el hecho de que la hayas pegado con el comentario no significa que me caigas bien."
Amanece en Cuyagua. Los que estaban emparejados se fueron a dormir. Los tres solteros seguían meditando sobre la inmortalidad del cangrejo, la super población de carros en Caracas, las culpas del gobierno, las deudas que los estrangulaban, el tiempo sin tirar. Nada nuevo o inusual. Dormir era imposible, el calor de las siete de la mañana derrite la piel del turista caraqueño. Suben al río a bañarse y cepillarse los dientes. Otras camionetas y algunos Twingos se disponen a hacer lo mismo. Además, hay que comprar hielo.
"Wao," piensa. Ella lo veía con una mirada difícil de descifrar. Una mezcla entre "amor a primera vista" y "sexo, ya." Quizás era un poquito de ambas. El Negro le grita, pero él no puede quitarle los ojos de encima. "Marico, que me pases la pasta de dientes, por favor." Sin desviar la mirada de la catira, le entrega al Negro el tubo de Colgate. Justo cuando pretende acercársele, las amigas de ella la llaman, porque se devuelven a la playa.
"OK, calma chamo. Calma... por aquí debe estar," piensa mientras camina por la orilla con su termo, arepas en el estómago y la tranquilidad que siempre da tener full hielo en la cava. No la ve. Hace el trayecto de ida y de vuelta varias veces. Y no la ve. No se acuerda del carro en el que se montó ella y si lo recordara sería prácticamente imposible reconocerlo entre la cantidad de carros que hay en la arena.
Decide meterse al mar. Y ahí estaba ella. Se consiguen las miradas y sin mediar palabra o hacer gesto alguno de pena o timidez empiezan a caminar hacia el otro. Sin pensar, sin meditar, sin analizar. Se dan un beso. El olor a mar, los colores de la luz, el agua fría y la poca ropa lo convierten en el beso perfecto. Se separan después de varios segundos. Él inhala para ganar tiempo, no sabe qué decir. Ella se adelanta: "no, no digas nada. La vas a cagar." Empieza a caminar hacia la orilla. Y él no supo cómo detenerla.
jajaja llegue a tu blog mediante un link que habia en otro blog..no se que pasa pero me estoy enfiebrando leyendo blogs que como el tuyo dicen mucho pero a la vez no dicen nada es decir locuras y pensamientos, verdades o mentiras pero a la final entretenidas jejeje que locura lo de la playa y el negro jajajajaja.saludos niña sigue escribiendo. Alex Navarro..
ResponderEliminarFriend que son estos posts? Yo creo que son confesiones con caretas de ficción ;)
ResponderEliminarjaja, mas weno este relato, me hizo acordar la primera vez que lei algo como asi' en la URBE cuando tenia unos 15 años por alla cuando pasaban aun el club de los tigritos. ^^
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