jueves, 16 de junio de 2011

10.

     
     No recuerdo cuándo empecé a tomar Cocacola Light. No fue en el colegio, estoy segura, porque en el Mater no vendían refrescos en la cantina. En la universidad siempre tomaba Nestea y de verdad, en líneas generales, nunca he sido muy cuidadosa de mi peso. Porque me gusta disfrutar la vida comiendo y sin obsesionarme. 

    Pudo haber sido durante las cuaresmas que en la feria o en Solarium pedía Cocacola Light para no desentonar con el resto de mis amigas. Después, poco a poco el té Lipton fue ganando espacios en todo el país y nosotros los del Team Nestea preferimos mil veces tomar Coca Light a tomar esa agüita sucia que se hace pasar por té. Antes de poderme dar cuenta, había cambiado mis hábitos por culpa de la gente y el mercado, sin poder siquiera opinar al respecto. 

    Don´t even get me started sobre cuando Mc Donald´s cambió las máquinas de Nestea. Más nunca supo bien y alteraron mi rutina del ratón para siempre. 

    El hecho es que yo moría por un buen Cuba Libre. Bueno, mi versión del Cuba Libre (o la Cuba Libre, nunca sé el género): ron Cocacola, 2 goticas de Amargo y cero limón. El problema es que mi lengua y mi cabeza participaro, sin mi conocimiento evidentemente, en un complot que elevó su categoría a coup d´ etat. Ahora no me gusta el Cuba Libre a menos que tenga Cocacola Light y mi trago favorito es el Ron Tonic. Las vueltas que da la vida, vale. 

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