viernes, 19 de octubre de 2012

Capítulo 1

Me arreché porque EL James no lo sabe hacer y yo creo que puedo hacerlo mejor. Éste es el primer capítulo de una cosa que no es más que un ejercicio. Un recreo divertido de la novela que estoy escribiendo. ¿La gente quiere tensión sexual y romance? A la gente hay que darle lo que quiere. EL James trató de darles eso y a algunas les sirvió. Yo no me conformo con personajes bidimensionales y libros sin historia. 

¡En el nombre de la literatura, aquí voy! ¡A por la tensión sexual, el romance y a por la sustancia! THIS IS SPARTAAAAAAAA!  

Capítulo 1 


“Si no me contratan después de esto, cuelgo el título y me guindo a llorar,” pensé mientras preparaba la tercera jarra de café del día.

La galería donde estaba haciendo mi pasantía, siempre callada y sobria, hoy estaba en caos. Hacía tres meses nos habían seleccionado para organizar la exposición de una colección importantísima de Cruz Diez y nadie había dormido en las últimas 36 horas. El Maestro era el único que no se estresaba. Claro, el Maestro no era un pasante subpagado. 

“Chechi, ¿y el café?” gritó mi jefe desde su oficina. Mi nombre es Cecilia, pero todo el mundo me dice Chechi. Pensé que en la oficina me llamarían Cecilia, porque de eso se trata la adultez, ¿no? ¡No! Desde que escuchó a Vanessa mi mejor amiga gritar “Cheeeeechi, saaaaaaal” un día que me fue a buscar, empezó a decirme así.

Se le debía reconocer que, después de mí, era el que más había trabajado en la oficina. Él sabía que se jugaba la reputación de su galería y yo, me estaba jugando un quince y último. Nosotros sí teníamos mucho que perder. La noche tenía que salir perfecta, no era mucho pedir.

“Se está haciendo, dame un minutico, Rafa”.  Rafael era tan bello, que no podía si no ser gay. Muy masculino, pero gay al fin. El día que entré a su oficina a entrevistarme casi me desmayo. Yo siempre he dicho que lo supe disimular muy bien. Él me chalequea siempre; dice fui demasiado obvia y evidente.

Una vez que se hizo el café, le serví una taza y se lo llevé a su oficina. Mis referencias del mundo laboral eran escasas, pero mi trabajo no se parecía nada a The Devil Wears Prada, cosa que agradecía todos los días.

—¿Cómo vamos Chechi?
—Vamos bien. No hay nada más que tocar de la exposición, que eso era lo que más me estresaba. La gente viene a ver arte, no a comer.
—Tan ingenua mi pasante, más cuchi... Tengo tres meses diciéndotelo. De la gente que viene a las inauguraciones menos del 1% viene a comprar. Casi todos vienen a farandulear y comer gratis, especialmente cuando es Cruz Diez. Aquí la gente va a hablar del outfit de Titina y a perseguir al mesonero para que le sirva más curda gratis.
—¡Cuánto pesimismo! Vamos bien. Las cajas de vino y de prosecco llegaron ayer. Los mesoneros y cocineros llegaron hace media hora, están vistiendo las mesas y las sillas en este momento. Casa Mar nos regaló dos mesas y 16 sillas más, asumo que porque es Cruz Diez. El DJ que mezcla antes de Titina llega a las 5:30. En lo que terminen monto yo los centros de mesa.  Después de eso,  hay que sentarse a esperar que lleguen las 300 personas que invitamos. Menos mal que hay jardín, porque no hubiéramos cabido.
—Bueno, no creo que nadie llegue puntual a las seis. Espero que no llegue nadie puntual a las seis.  
—Hemos trabajado como unos burros para esto, todo va a salir bien, ya vas a ver.
—Te creo, Chechi. Te creo.


Dios escuchó a Rafael y nadie llegó puntual. Rafael y el Maestro dieron sus palabras de bienvenida frente a 50 peronas y pico. Todos los demás vinieron tarde y a tomar. Se presentaron casi todos los 300 invitados y como 50 que no lo eran. Nunca se acabó el vino, ni el hielo y no les importó cuando se acabaron los pasapalos. Ese día Rafael me paseó por todas partes. Me presentó mucha gente y le habló bien de mí a casi todos. Si no me contrataba fija, lo declarábamos loco. Le entregué mi tarjeta a todo el mundo, aunque no me la pidieran. Se vendieron dos cuadros por una cantidad que para mí sonaba absurda. No porque Cruz Diez no los valiera, si no porque era ilógico para mí que alguien pudiera gastar 50.000 Bs en una noche. ¡En dos cuadros! Tener sueldo de pasante te hace pensar en el dinero de una manera distinta.

A las diez de la noche, ya no podía más con los tacones. Caminé por el pasillo central de la exposición porque era la manera más rápida de llegar a la escalera de caracol que daba a las oficinas. Miraba los cuadros por encima, es verdad, pero estaba feliz de estar ahí. De repente, al final de uno de los pasillos a mi derecha, una silueta.

“Chamo, ¡qué nalgas! A juro tiene que ser gay”, me dije mientras me le acercaba. La profesional que quería ser estaba yendo a atenderlo, a darle mi tarjeta o tratar de venderle el cuadro. La mujer que de verdad era, estaba yendo a verle las nalgas más cerca.

“Buenas noches, ¿le puedo ayudar en algo?” pregunté un poco antes de pararme al lado de él. Lo que pensé fue distinto: “¡qué falsa suenas, Chechi!”
“No, muchas gracias,” me dijo sonriendo.  

La sonrisa me hizo revivir el cuasidesmayo de hacía seis meses, cuando entré a la oficina del hombre bello que se convertiría en mi jefe. El hombre que me miraba a los ojos ahora, que tenía el culo perfecto, que estaba en el pasillo de la galería, en mi trabajo, me estaba derritiendo y era muuuucho más bello que Rafael. “Di algo, animalita. Lo que sea,” pensé. Había que disimular y yo no sabía cómo.

-Yo soy Cecilia, trabajo aquí. Cualquier cosa que necesite, aquí está mi tarjeta.
-No me trates de usted, Chechi.
-Jajaja—me reí porque estaba nerviosa—¿cómo sabes que me dicen Chechi?—pronuncié la s con ganas, porque algo en el estómago me hizo querer obedecerlo.
-Porque le pregunté a Rafael quién era la chama que daba vueltas por todo el jardín. Sabes disimular cuando se te hunden los tacones en la grama y eso me parece un súper talento.
-Jajaja

Chechi, por Cristo, deja de reirte como una pendeja y di algo.

—Jajaja. Bueno, años de práctica. ¿Cómo te llamas tú?—estiró la mano y agarró la mía.
—Yo soy Daniel Maguan. Como ya te dije, pregunté quién eras en lo que te vi. Eres muy linda y tu jefe me dijo que eras muy inteligente. Mira cómo es la vida que cuando te vi me puse de tarea salir de aquí con tu teléfono y vienes tú a dármelo sin saberlo—sostuvo la tarjeta en sus manos, celebrando su pequeña victoria.
—De haber sabido que tenías un plan para pedirme el teléfono, no te doy la tarjeta.
—No te la voy a devolver.
—No te la estaba pidiendo, sería muy mal educada.
—¿Qué vas a hacer ahorita? Son las diez de la noche y estamos en Los Palos Grandes. Algo debe estar abierto…
—Estoy trabajando y no me puedo ir hasta que se vaya todo el mundo.
—Tu jefe es amigo mío y tú debes saber quién soy. Tengo cómo convencerlo de que me deje sacarte a pasear. La pregunta es, ¿cómo te convenzo a ti?—dio un paso lento hacia mí y vi al piso a ver si tenía que agacharme a recoger las pantaletas.
—No me vas a convencer, no me voy a ir temprano. Nos voy a ahorrar esta peleíta. Yo soy demasiado terca, no hay manera de que me vaya antes.
—OK, pero…
—Déjame hablar—hice una pausa más larga de lo que debía para sentir que podía controlar algo—no hay manera de que me vaya antes, pero esto se acaba a las doce. Si me esperas hasta las doce podemos ir a tomarnos algo o a comer arepas. ¿O es muy tarde para ti?
—¡Tengo treinta años, no cincuenta!
—Ok. Yo tengo que seguir trabajando. Te dejo aquí, por favor, no te robes nada.
—Jajajaja. Tranquila que Rafael sabe donde vivo. Nos vemos a las doce Chechi—dio un paso más, me quitó el pelo de la oreja y se agachó un poco hasta que su boca rozó mi oreja.

Muérdeme o algo, por favor.

—Sabes que cuando estés caminando lejos de mí voy a verte el culo, ¿no?

Es aquí. Es aquí donde demuestras que eres una mujer y no una pendeja. Él va pendiente y tú también. Sé valiente porque ser una cobarde no te ha servido para nada.

—¿Sabes que yo te lo vi primero?
—Ay, Chechi. Nos vemos a las doce.

4 comentarios:

  1. Interesante habría que seguir leyendo la historia. Por cierto la mejor opinión que he leido acerca de 50 shades of grey es la tuya, que absurdo vicio de ese libro, para que al final te des cuenta que son una cagada de libro. Saludos

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  2. Jajajajajajajajaja coño, muero por más.

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  3. "Tu jefe es amigo mío y tú debes saber quién soy. Tengo cómo convencerlo de que me deje sacarte a pasear. La pregunta es, ¿cómo te convenzo a ti?—dio un paso lento hacia mí y vi al piso a ver si tenía que agacharme a recoger las pantaletas."

    Una completo Juacata (como mi blog) para ti y esta respuesta.

    Dani tiene pinta de Dr. Grey...

    A por más capítulos !

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