miércoles, 24 de octubre de 2012

Capítulo 5


“¿Me puedes sacar el celular y las llaves de la cartera, por favor?” le dije a la cajera de la peluquería. Ella, acostumbrada, buscó las dos cosas en el desastre que me acompañaba para todas partes y me las entregó.

Tenía que quejarme con alguien y Laura era la indicada. Le escribí por Whatsapp porque la última vez que le robaron el Blackberry decidió cambiarse a Android.   

­­­­—350 bolooooos! 350 bolos acabo de gastar en la peluquería. Manos, pies, brasilero! Así no se puede…
—En qué peluquería? Pa no ir más nunca, digo
­—Una que está cerca de la oficina, era la única que estaba abierta y aquí ando, pagando las consecuencias.
—Entonces tirar cuesta 350 bolos…
—Jaaaaaaaajajajajajajaja! Deja que estoy asustada
—A q hora apareció?
—Pelo antes de las 5
—No está mal! Me encanta como pasamos de “no, Lau, menos mal que no ha aparecido, lo acabo de conocer mejor esperar” a depilación total y absolutaaa! El chat hipócrita del día! Jajajaja Como cambian las cosas en 1 hora y media.
—Gracias por ser tan pana y solidaria, vale .I. vas a la casa ahora?
—Síp. Nos vemos ahorita, relajada que vas bien
—OK

Eran las siete y media de la noche. Daniel me iba a buscar a las 8, yo estaba en Los Palos Grandes y vivía en Caurimare. Ni que hiciera magia iba a estar lista a la hora que habíamos acordado. Decidí escribirle a Daniel para que me diera chance de arreglarme bien. Había estado insoportable todo el día. Descargué el celular dos veces por estarlo revisando tanto y para rematar, en varias oportunidades había estado a milésimas de segundo de escribirle.

“No puedes escribirle tú después de anoche. Tienes que esperar que te escriba, Chechiiiii,” me dije todas las veces. Estaba muy orgullosa de mí por no haber caído en la tentación. Por no haber caído en la doble tentación: lo que casi pasó la noche anterior y las ganas locas de escribirle un mensajito rogándole que apareciera para vernos de nuevo. En vez de escribirle hice lo que ninguna admite que hace: revisar el historial de mensajes. Desde el primer “hola” hasta el último “ya llegué a mi casa, la pasé muy bien, hasta mañana”. Era una mujer más. Una mujer que usaba la excusa de la inseguridad para poder tener un último intercambio antes de dormir.

Me puse nerviosa sólo al pensar qué iba a ponerle. No podía decirle “hola, invertí una hora y media y 350 bolívares en ti o sea que necesito que me busques más tarde”. No era elegante ni digno de la mujer segura que yo quería ser y que necesitaba desesperadamente que él viera en mí. Como pude, escribí:



—Hola! Crees que hoy puedas buscarme un pelo más tarde? Salí tarde del trabajo y hay burda de cola!

Respondió casi inmediatamente.

—Claro, dime a que hora?
—9?
—Ok, no hay rollo. Te aviso cuando esté saliendo.

Al llegar a mi casa Laura me esperaba en el sofá de la entrada, posando como una mamá que espera a la hija que llegó media hora más tarde de lo que prometió. “Jajaja, pendeja” le dije. “Pendeja tú, que tienes todo el día fuera de control por un tipo,” me corrigió. No quedaba sino reírse. “Báñate chola y después decidimos qué te vas a poner. La noche de hoy es importante y hay que esperar lo mejor y prepararse para lo peor,” completó. No necesitaba escuchar las instrucciones dos veces.

Cuando salí de la regadera, estaba sentada en mi cama. Me hizo bien hablar con ella y contarle todo lo que había pasado en los últimos dos días. Me ayudaron a revivir cada momento, cada beso y cada intercambio. Solamente interrumpía para ponerme otra camisa o para aclarar alguna cosa como “ajá, pero no me termina de convencer que todavía no te haya agregado a Facebook”. También, contarle todo me ayudó a calmarme. Daniel Maguan tenía un poder increíble sobre mí. Un poder que me encantaba y me aterraba al mismo tiempo. Nos decidimos por el mismo bluejean de la noche anterior y una camisa blanca sencilla que me levantaba las lolas. Sonó mi celular.

¡Fuuuuuuck!”, gritamos las dos. Tenía un zapato diferente en cada pie, porque probábamos con cuál se veía mejor el outfit. Me acerqué al celular como pude.

—Que stress, mija termina de leer!
—Si me dejas darle a enter quizás lo logremos, ¡coño! Ajá… apúrate, que te quiero ver Cecilia.
—Esooooooo, te quiere ver.
—Taima. Nunca me había dicho Cecilia. Eso no puede ser bueno.
—OK, marica, taima. Estás pasada. Ése es tu nombre. No sobreanalices esto, por favor. No tiene sentido lo que te está pasando ¡estás pálida!
—No, es que de verdad nunca me había dicho Cecilia.
—Taima. Resps casi lita. quiere puede ir saliendo, ya estavor. No tiene sentido lo que te estilla que me levantaba las lolas.  hasta el óndele que si quiere puede ir saliendo, ya estás casi lista.
—OK—le escribí lo que Laura me dijo, palabra por palabra. 
—Chechi, por favor, usa la cabeza. Esto no significa nada.
—Tienes razón. Relaxy taxi, como dice Rafael. Es una estupidez.

Laura trató de distraerme durante esos Minutos de Esperar. Empezó a contarme que algo había pasado en su oficina y que alguien iba a reparar el algo pero todo había salido peor por tratar de reparar el algo que hubiera sido mejor dejar el algo como estaba. Ella sabía que no le estaba parando. La amé igualmente por intentar de entreterme con otras cosas.

Las dos brincamos cuando sonó el celular. Ella terminó de meter mi tarjeta de débito, efectivo, mi cédula y las llaves en una cartera de sobre que me había prestado mientras yo escribía que ya iba a bajar. “Oblígalo a usar condón, porfa,” me dijo mientras me abrazaba. Por los nervios, estuve privada de la risa hasta que llegué a planta baja.

Desde lejos vi a Daniel recostado de su carro, esperándome. Empecé a caminar más rápido, como si una mano invisible me estuviera empujando. Tenía una camisa de cuadros azules y estaba casi segura de que, como yo, usaba los mismos bluejeans de ayer.

Si se te olvida respirar no llegas. Dale.

Cuando llegué a él, me di cuenta de que no sabía cómo debía saludarlo. ¿Le daba un beso en el cachete más abrazo? ¿De abrazarlo, cuánto tiempo debía durar ahí? ¿El beso debía sonar? ¿Qué tan cerca de la boca? ¿Me pegaba a él o acercaba sólo la cara, doblándome? No me atrevía a plantarle el beso en la boca que quería, no era ni siquiera una posibilidad.

No tuve que pensar más. Cuando llegué a él, me agarró por la cara con las dos manos y me besó, con lengua y sin vergüenza, por varios segundos. Jugó con mi pelo y bajó la otra mano hasta el final de mi espalda. Me ericé. Me excitó. “Si no fuera porque tu vigilante está pillando todo, te metería la mano dentro del bluejean, pero como que el pana estaba aburrido antes de que yo llegara,” me dijo al oído. Se separó de mí y me abrió la puerta.

—Móntante en el carro, Chechi.
—OK.
Me monto donde tú quieras, donde tú me digas.

Se montó en el carro y arrancó sin preguntar. “Yo te iba a llevar a cenar a un lugar chévere, pero ahora quiero que vayamos directo a mi casa. Allá podemos cocinar algo, si tienes hambre,” me hizo entender que cocinar era opcional pero ir a su casa era obligatorio. Si hubiera querido decirle que no, no hubiera podido. De todas maneras, tenía que ser discreta y por lo menos meter el paro. “Ya va. Taima. ¿Tus papás no se incomodan cuando llevas mujeres que acabas de conocer a su casa?” le pregunté con mi mejor voz de tarada que, para ser sincera, no tuve que fingir mucho. Tarada y bruta me ponía, eso era evidente. “Yo vivo solo, Chechi, desde hace tres años” me respondió.

¡Bingo! “Ah, no dije nada entonces,” le dije. Me puso la mano en la pierna y empezó a acariciármela. “No sé cómo es tu relación con tu roommate, pero deberías decirle que esta noche no vas a dormir a tu casa, para que no se preocupe”. Me tardé más de lo que debí en responder, pero como pude le dije: “jajajaja, tú si eres pasado, de verdad. Estás asumiendo que yo me voy a quedar a dormir en tu casa así de fácil. Estás bien equivocado, Daniel, comemos y después vemos”. Me reí de mentira. “Qué chévere poder leer por tu tono que te mueres por acostarte conmigo, Cecilia,” me dijo acercando su boca a mi cuello. “Es mutuo. Tengo todo el día pensando en todas las cosas que te voy a hacer esta noche. Ha sido un día divertido en ese sentido. Yo soy un hombre muy, muy creativo y tú tienes cara de que aprendes rápido”. 

6 comentarios:

  1. Upa cachete! Las últimas líneas lo dicen todo.

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  2. No se en que parte, Daniel Maguan pasó de serme indiferente a caerme mal.

    Es tu versión de 50 shades...?

    Jeje...

    Te sigo leyendo.

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  3. Que cruel eres, reviso cada 5 min a ver si publicaste un nuevo capitulo... Eso no se hace :(

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  4. ¡¿cómo nos vas a dejar así?! Siento como si lo estuviera viendo en la tv y se hubiese ido la luz. El público exige el capítulo 6!

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  5. “Es mutuo. Tengo todo el día pensando en todas las cosas que te voy a hacer esta noche. Ha sido un día divertido en ese sentido. Yo soy un hombre muy, muy creativo y tú tienes cara de que aprendes rápido”.
    Ya. Con eso me morí.

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