viernes, 17 de febrero de 2017

Feliz mesiversario

Hoy cumplo seis meses aquí. No se sienten como seis meses, se sienten como seis pestañeos. Sí, hice trampa y me fui casi un mes a USA en diciembre, pero you get the point. 

En el fondo sé que tengo suerte, porque normalmente la gente que se va de Venezuela no logra ir a los tres meses a ver su cara en una pantalla gigante en el Trasnocho, ni asistir al estreno del proyecto más importante y satisfactorio de su carrera. También sé que casi nadie logra irse a Miami un mes a los tres meses de haber llegado, pero es que casi nadie tiene desde los doce años ahorrando para tener plata con la que cumplir el sueño de su vida, ser actriz en otro país que no es el suyo. 

Ese es el número: tengo desde los doce años ahorrando para no pasar trabajo y poder comer al menos tres veces al día. La vida cambia los planes, era comer en NYC, pero terminé en Bogotá. 

¿Me gusta Bogotá? 
Ayer no. Hoy tampoco. El martes sí, porque fui a un Bumble date con un tipo que me encanta. Ese día estaba muy sola y melancólica como ya expliqué antes. Creo que él también. Creo que nos acompañamos mutuamente y nos estamos dejando fluir. 

Tuve tres semanas chéveres, porque estaba on fire. Tenía tres semanas consecutivas grabando comerciales y eso me tenía contenta. Esta semana no. Eso sí, escribí mucho. Trabajé en proyectos para mí, tipo de los que siempre voy a hacer y nunca termino haciendo. 

El clima me ayudó a estar contenta. Había sol y calor rico. El sol, para mis amigos bogotanos, es esa estrella que hace posible la vida en la tierra, ustedes no la conocen porque aquí nunca se asoma, pero para los demás terrícolas es importante. Hubo días que no llovió. WHAT? Yo sé, rarísimo. 

Me preocupa la plata. Veo mis ahorros bajando como sin frenos por Tazón y me estreso. Me preocupa seguir viviendo con una pareja de amigos casados que se han hecho mi familia aquí. Quiero dejar de molestarlos pero por ahora es complicado mudarme. Bogotá es muuucho más barato que NYC, pero no es barato en general. 

Claro, aquí la plata rinde mucho más y no me van a matar en la calle, eso siempre es un plus. 

Me gusta Bogotá cuando puedo caminarla sin frío y cuando voy de un casting a otro. 

No me gusta Bogotá cuando el puto teléfono no suena. Sí, suena y a veces tengo callback, pero estoy cansada de esperar y de que la espera no rinda frutos, porque en los papeles que de verdad quiero no quedo. Los papeles que podrían cambiar mi carrera se los dan a otras actrices, que seguro han esperado y estudiado como yo, pero no deja de doler. 

Me gusta Bogotá porque la competencia es justa y las actrices son buenas. No son bichitas de sexycaracas.com que decidieron invadirnos, son tipas talentosas y simpáticas que me hacen extrañar a mis amigas de Venezuela. 

Casi todas mis amigas están en otros países. Creo que son felices, pero no me consta. Extraño la Venezuela de mis early twenties y de mi adolescencia. Extraño rumbear y saber que alguna de todas esas me llevará así sea cargada de la pea a mi cuarto. Extraño Le Club. Extraño tener plata para tomarme cinco vodkas en vez de dos guaros. El guaro sabe a Primperán. En el Mater nos daban Primperán hasta para los esguinces, como que "hey esto se va a vencer, tómate esto para el dolor de espalda que no se puede perder aquí." 

Hay amigos en Venezuela que extraño horrible. Formamos como una pequeña cofradía de actores y cantantes locos y hippies, nos reuníamos siempre en casas a tomar y acabábamos el trapo por aquello de que era más seguro quedarse hasta las seis que hasta las dos de la mañana. 

Extraño a D'Artagnan más de lo que extraño a mi familia, porque D'Artagnan es mi familia. Yo no lo parí, pero es mi hijo. Los que tienen perros entienden, los demás no y a los que tenemos perros no nos importa que no nos entiendan. Tenerlo me hizo mejor mujer. Fue como leer Harry Potter, que te abre el corazón y ya. Te hace empático, tolerante, comprensible, sensible, generoso, cuidadoso y mejor humano en general. 

Esta gente tiene una minimontaña que se llama Monserrate pero no la ves en toda la ciudad. Montaña que se respeta se ve desde cualquier parte. Extraño Sabasnieves y sus contradicciones. Su paz y sus peligros potenciales, me hacen falta. Me hace falta la adrenalina de esconderme el celular en las tetas... who am I kidding? Jajajaja no tengo escote para esconder nada. Esconder el celular abajo del asiento y sufrir cada vez que no pierdes una llamada. 

Me gusta el Internet veloz y tener Netflix en vez de saltar de link en link para ver una serie. Punto para Bogotá. 

Quiero adaptarme, de verdad. Pero no lo estoy logrando. 

Siempre leemos que emigrar es una montaña rusa de emociones, pero eso no es verdad. Es un tornado, como el del final de Twister con Helen Hunt. Es un tornado como el de Dorothy porque te arranca la casa y te corta las raíces de un solo tajo. Te atraviesa el corazón y te separa de todo lo que amas. Qué cagada lo que le tocó vivir a mi generación, de verdad. 

He hecho un esfuerzo por conservar mi acento. Eso ha hecho que pierda varios castings, pero no estoy lista. No soy reconocida por dejar ir y no quiero dejar ir a mi país nunca. Soy una embajadora de nuestras arepas, porque los rolos no rellenan las suyas. HIJOS DE PUTA; YOU ARE DOING IT WRONG. La arepa es como una vagina, tienes que abrirla y meterle algo más rico adentro. Jijiji, ese chiste es del stand up y en stand up funciona. 

Aquí descubrí algo que era obvio y evidente pero no había caído, nunca. Me gustan los Boys Clubs. Siempre he gravitado hacia ellos. Por eso jugué fútbol, por eso soy comediante, por eso estudié música. (No hablemos de cuánto extraño estudiar solfeo y armonía porque ahí sí me lanzo. Si me lanzo es de un piso dos y me voy es a fracturar en vez de matarme). Los comediantes en Colombia han sido la luz. La luz, la vida, la motivación, el apoyo, la risa y la felicidad. Cada vez que me quiero morir, que es a menudo, tengo show. Sólo esta semana tendré cinco. Tengo show y los veo y me cargan de energía y me dan palabras de aliento y me van a faltar vidas para agradecerles lo que hacen por mí sin saberlo. Ya no me quieren coger, ya aprendieron. Son mis amigos. Me quieren como yo a ellos y me respetan, me consiguen trabajo y me ayudan a conseguir la palabra colombiana correcta, me dan feedback, me hablan de lo que les gustó del material y lo que no. Es maravilloso, son la razón correcta para quedarme. 

Porque a veces quiero salir corriendo. Ayer tuve un breakdown y le dije a un amigo que si podía llevarme todas mis vainas me iba en dos semanas, porque viajo a Venezuela por un matrimonio. No me quería seguir endeudando pero no voy a dejar de ir a ver a mi amiga casarse con un hombre que la ama. Esta vez me voy una semana, porque fuck that shit. Tampoco es que esté haciendo mucho aquí y me gustaría usar el tiempo para engraparme a D'Artagnan, hablar con mi mami y comer su comida hasta rodar como un buñuelo, acompañar a mi papá así sea al trabajo, visitar a todos mis tíos y primos que siguen allá y hablar paja con mi Pitá. Una pitá es una tía que es más mamá que tía. 

El soundtrack de La La Land me acompaña en las peores noches. Escucho City of Stars en repeat en una ciudad donde sólo hay nubes. Sí, yo tampoco me ayudo. 

Durante mi niñez y adolescencia, tener un trabajo que me hiciera viajar a filmar y a pararme en escenarios alrededor de todo el mundo fue parte muy concreta de mis sueños. De mis metas, mejor dicho. Mi vocación siempre ha estado clara. Lo que nunca imaginé es que el viaje más duro sería el que hice al salir de mi país para cumplir el sueño de mi vida. Tuve que venirme para acá porque si me quedaba allá nunca me iba a ganar el Oscar. Esa mierda me destroza. Me destroza como cuando vi La La Land. 

Irme casi obligada. Bogotá fue un salvavidas, pero yo no me vine con un contrato arrechísimo, pero sí con la posibilidad de poder estar mejor. No sé si estoy mejor, es la verdad. Cada vez estoy menos triste, pero es paja que amo estar aquí todos los segundos, todos los días.  Lejos de mi gente, de mi familia, mi Ávila, mis tequeños y mis arepas. INSISTO QUE AQUÍ NO RELLENAN LAS AREPAS COMO ES, crimen de lesa humanidad. 

No me voy a devolver en dos semanas porque los afectos que dejé allá, aunque son enormes, no son suficientes. Yo no me imagino siendo nada que no sea actriz. No quiero ser otra cosa, no sé ser otra cosa. Aquí hay trabajo y suficiente calma en las noches para escribir. No hay balaceras que te desconcentren y te pongan a rezar por tu seguridad y la de los que te rodean. 

Me desmotiva que si no lo estoy logrando aquí, ¿cómo coño lo voy a lograr en NYC o L.A? La La Land es tan buena que me hizo pensar en LA como una opción, ¿quién lo hubiera pensado? 

Cuando me vine a Bogotá llevaba una bitácora semanal por Facebook sobre mi estado de ánimo. Me imagino que no seguir llevando esa cuenta es una bueña señal. 

Yo sé que sueno malcriada, pero también sé que en el fondo no lo soy. Feelings are feelings and every feeling is right, nobody can tell you that your feelings are wrong, me dijo una profe de Impro una vez en Chicago. 

It's too late to quit, now. Vamo' a hacerlo, porque no puedo echarme para atrás ahora.

1 comentario:

  1. Nina, caigo como paracaidista una vez más en tu blog, después de no sé cuantos meses (o han sido años?), y no me defraudas. Siempre hay algo que leer acá con lo cual me identifico de PE a PA. Siempre tan elocuente y precisa con lo que expresas. Te mando saludos desde unos kilómetros más al sur. Otra paisana a la que no le dan ganas de abandonar su acento.

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