-Feliz cumpleaños, marico, te quiero.
-Gracias, mija, el ron está en la mesa de siempre.
-Dale, hablamos ahora.
El problema es que tú llegaste tarde y para cuando llegaron los mariachis, eres la única persona sobria en todo el local. Si eres como yo, te pones en Extrovert Mode y abrazas al primero que esté gritando que él es el rey, te unes al sentimiento colectivo de querer dar la media vuelta, pero no te caes a golpes por ponerte el sombrero característico, porque eres simpática y adaptable, pero muy aseada.
Crees ver algo interesante al final del local. "Coño," piensas mientras caminas con paso firme,"no se ve ni mal." Te acercas porque supuestamente vas al baño -no estaría mal darte una revisadita, porque te maquillaste en el carro- y con mirada fija hacia el frente y la nariz en alto le pasas de largo. Porque sabes bien como son las cosas. Entonces, tal cual dice en Cosmopolitan, planeas hacer la evaluación cuando el hombre esté de espalda y sencillamente ponerte a hablar con un grupo chévere cerca de él, para que sencillamente sea él el que te vea "primero." Esto, por supuesto con el único fin de hacerle creer a él que es el cazador y tú la presa. Porque, vamos a estar claros, ellos tienen un peo grave con eso, desde que no hay mamuts u osos que cazar nos ven a nosotros como la que debe ser perseguida. Casi siempre funciona además -coño de la madre-, porque si le caes tú a él o haces la primera movida el pendejo pierde el interés.
Finalmente sales del baño. Cuando te dispones a saludar al grupo algo distrae tu atención. Sientes que te están viendo y volteas la cabeza con batida de pelo y demás, porque tu intuición te dice que es él. Es él quien te ve. Haces contacto visual y lo siguiente sale espontámente de tu boca: "no jooda." Que hombre tan feo, en qué estabas pensando honestamente.
Bueno sigues tomando, que más queda. Te unes a la fila de la conga. Le sonríes al ex zampe y a la novia actual. También los saludas muy cordialmente porque eres una dama y porque ella no tiene la culpa de que tú seas una loca que se agarró a esa vaina. Te subes el sostén en el baño y te acomodas las tiras. Te quitas los lentes y te los vuelves a poner, porque sin ellos no eres tú. Sigues buscando a quién agarrarte, porque tienes tiempo sin besar a nadie. Ruegas porque la fiesta no se acabe. Te cambias los tacones por unos zapatos de goma que tenías en el carro. Ves a la novia actual del ex-zampe con cara de medio arrechera cuando no te está viendo pero le sonríes cuando voltea. El rímel se chorrea pero no te importa. Lo típico, pues.
-Saquen ya la tequilaaaa- ordena el cumpleañero a los amigotes. ¡Zás! Ahí vas tú también. Competencia de quién se toma tres shots seguidos y tú, de cajón, siempre participas. ¡Ganaste! O eso crees. Porque la pea que te mandaste es tan arrecha que te terminas agarrando al coño-nojoda. Aunque no te acuerdes, tus amigos sí se van a acordar cómo, exactamente después de 6 rones y tres shots de tequila, pegaste al pendejo de la columna en el medio de la pista de baile.
jajajaja mamuts
ResponderEliminarlos extraño demasiado, arquetípicamente.
Muahahahaha... ,-)
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