domingo, 9 de junio de 2013

Dejé de fumar

Yo probé mi primer cigarro en 2002. El día de mi confirmación, el tipo que había invitado me embarcó y una de mis amigas que fumaba desde el tour me dio un cigarro con la promesa de que me calmaría. Me fumé un cigarro y dejé de estar brava. A los dos meses, me fumé otro. A los tres meses, compré una caja. A los cinco meses, vino diciembre y el paro y el aburrimiento. Compraba una caja cada dos semanas. En la universidad, empecé a comprar una caja diaria. Eso sí, regalaba todos los cigarros que me pedían porque costaba que si tres lochas y para fumar lo menos posible. 

Básicamente pasé diez años fumando y hoy, cumplo ocho días sin meterle un jalón a nada que se le parezca a un tubito de cáncer/enrolladito de nicotina/vicio de mierda. Lo más que yo había pasado sin fumar en mi vida en tooodos esos años fueron quince horas, el día que me operaron las cordales. El cigarro era, bueno ahorita sigue siendo, lo primero en lo que pensaba al despertarme. Me cepillaba los dientes y me obligaba a comer algo para poder fumar. Eso ha sido estos años que he sido mucho menos autodestructiva. En The Great Guayab of 2008, me cepillaba los dientes y fumaba. Era lo segundo que hacía cuando me paraba de la cama. Si hubieran inventado alguna manera para lavarte los dientes y fumar al mismo tiempo, yo la hubiera usado segurísimo. 

El cigarro era mi mejor amigo. Siempre tenía cigarros, siempre estaban conmigo. Siempre tuvo un poder increíble sobre mí y siempre recurría a él cuando las cosas estaban en la mierda y cuando las cosas iban viento en popa. Me acompañaba antes y después de los eventos importantes, como el stand up y los estrenos de teatro y las grabaciones de comerciales y la estudiadera para parciales y para la construcciones de personajes. Más de una vez salí un domingo a las mil de la madrugada con la única misión de conseguir cigarros donde fuera. 

Durante 10 años peleé con mis amigas, con mi mamá, con mis hermanos, con mis amigos, me dejaron demasiados tipos, me rompieron el corazón, me volvieron mierda, me volví loca, lloré sangre, escribí cuentos terribles, me caí, me paré, me dejaron en la lona, resucité cuando no pensé que iba a poder, trabajé, me botaron, me contrataron, me hice buena, fui mediocre, fui estúpida, fui exitosa, fui una mierda y fui talentosísima... y durante tooooodo eso, la única constante era poder fumarme un cigarro porque me sentía muy mal o para celebrar que me sentía muy bien. 

Mi vida giró demasiados años en torno a él. Porque era reliable. Porque era un amigo y los amigos son para siempre. Lo extraño. Lo extraño horrible. Dicen que la prueba de fuego es el día que sales a rumbear. El lunes pasado me tomé dos rones en El Teatro Bar Valencia y no probé ni un cigarro. El viernes me caí a palos como si tuviera 22 con Toto en una fiesta y lo máximo que hice fue pararme cerca de los fumadores y pedirles que me lanzaran el humo encima para olerlo. Pruebas superadas. 

Hay algo importante. Yo no quería dejar de fumar. Siempre quise querer dejar de fumar, pero la verdad es que no era un tema. I loved my friend and he loved me back, why would I leave him? Fumar me hacía más segura, menos temblorosa, menos cobarde y mejor escritora. Hasta que se me atravesó una realidad inocultable. Hay una sola cosa que yo quiero más que un cigarro en la vida. Y es una carrera actoral estable. Cuando se atravesó esto, una obra de teatro que va a ser un palo, con gente talentosísima, no tuve ni que pensarlo. Le prometí a Dios que si me lo daba, dejaba de fumar. Dios se manifestó y hasta ahí fumé. Soy Red en la versión de Marcos Purroy de la Caperucita Roja, y bueee... adiós mejor amigo. El amor o la amistad, pues, y el interés se fueron al teatro un día. 

Es horrible cuánto me provoca, pero ha tenido sus cosas buenas. Ahora resulta que las cosas tienen olores. ¿Quién lo sabía? Yo no. Hablar de no fumar evidentemente hace que yo quiera enrollar la alfombra y fumármela. Pero he sustituido un vicio por otro. Ahora muerdo pitillos, como los camioneros. Los pitillos me los robo de locales donde consumo o algo, muy bandera. Como si estuviera en Starbucks y me estuviera robando sobrecitos de Splenda para traerle a mi mamá. Los pitillos me ayudan porque son cilíndricos y se pueden morder. Oral fixation y todo aquello. También me ayuda el chicle. 

He llorado un par de veces de la desesperación. La primera fue saliendo a Valencia. I am not proud of this, but you are probably a judgemental asshole and/or bitch. La segunda fue regresando de Valencia a las seis de la mañana. La tercera fue entrando a Caracas a las siete y piquito cuando vi que la cola no me iba a dejar llegar puntualmente a la primera lectura de Red Wolf, que evidentemente me arrechó mucho. Conmigo, con Caracas, con Dios, con los cigarros infieles que no volaban a mi boca prendidos de una vez... Muy muy mal. Lágrimas de verdad, de dolor profundo por no poder hacer la única cosa que de verdad quería y creía necesitar: un puto cigarro. 

Hoy, estoy bien. Lo estoy haciendo como los alcohólicos. Pinté un calendario en la ventana de mi cuarto y voy marcando cada día con una equis. Como los presos o las maestras, como quieran verlo. Tengo que dejar de escribir de que no estoy fumando porque soy capaz de salir ya a comprar. Chao. 

¡A por mañana! 

3 comentarios:

  1. Aquí hay que darte apoyo!

    Mira que te he visto trotando en la cota, y por la rómulo, haciendo ejercicios! Ese es muy bueno, porque los años no perdonan.

    Lo del cigarrillo, es algo muy personal, y cada quien lo toma y/o lo deja por sus propias razones. Espero seas consecuente con lo que decidiste, de pana.

    Y ayer ví el video que remitio Toto de "it´s just water", interesante. Bueno para echarle coco.

    Feliz día smoke free muchachita!

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  2. Hola. .. hoy vi tu video ¿cómo dejar de fumar? . Me sentí muy identificada. Yo lo dejé hace ya tres años, después de quince años fumando todos los días... ánimo , si se puede y dentro de muy poco ,notaras los beneficios.Saludos.

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