La segunda persona que me hizo ver luz, fue Elia K. Schneider. Lo único que tienen en común es que ninguno de ellos sabía que, haciendo lo que hicieron, me estaban salvando la vida. Qué puede importarle a Elia que una de sus alumnas estuviera pasando por LA crisis más arrecha de su vida? NADA. Pero ella estuvo ahí para exigirme y regañarme y gritarme y convertirme en el palo de actriz que voy a ser.
Qué puede importarle a Elia que yo la admire y la respete tanto como lo hago? Nada. Pero a mí sí me importa. Porque yo había dado por muerto el arte en este país, y ella me demostró que sencillamente había buscado el arte en lugares donde no se aprecia como debería.
Yo nunca había recibido tantos golpes a mi ego como lo hago voluntariamente desde hace un año y medio. Yo nunca había dejado de salir los viernes y ahora, como sé que los sábados en la mañana debo estar relativamente fresca, no salgo los viernes y si lo hago tomo poco y a las 12 estoy durmiendo. Los coñazos al ego, por cierto, los recibo felizmente. Con sonrisa de la masoquista jalabola en la que me he convertido, a mucha honra.
Elia hace una vaina muy cómica. Cuando terminas una escena decente (no perfecta, porque nunca son perfectas) dice cosas súper generales que jamás deben ser tomadas como una felicitación (porque nunca lo serán) como por ejemplo: "buen trabajo." Yo he tenido la suerte de escuchar cosas similares a "buen trabajo," sólo en 6 oportunidades. Una con mi primera pareja del taller, AKA: El Partner, otra con mi segunda pareja del primer taller, con mis tres parejas del segundo taller y la última con mi pareja del taller que estoy haciendo ahorita. Inmediatamente después de que Elia te dice "buen trabajo," sigues haciendo partes de la escena mil veces por aproximadamente una hora. Todo esto lo haces mientras Elia te grita que te calles, que si no te pasa nada no hagas nada, que no seas impostor. Y ahí estás tú, con unas ganas horribles de llorar, sin entender por qué hasta hace 35 minutos había sido un "buen trabajo" y ahora te sientes como una pseudoactriz de Vendevisión.
Yo creo en mí de nuevo, gracias a los gritos de Elia K. Schneider. Elia me empujó a hacer cosas que no creí fueran posibles: dejar de decir groserías, hacerme las manos todas las semanas y arreglarme antes de salir de mi casa. Elia entiende el alma del ser humano mejor que casi todos los curas que he conocido en mi vida. Elia es tolerante, respetuosa y muy difícil de leer. Elia es la razón por la que mis amigos dejan de verme por meses y, honestamente, no me importa.
Elia huele el talento a kms de distancia. Y lo respeta. Y hace que se manifieste. Elia es una de esas profesoras que te cambia la vida. Elia no tolera la irresponsabilidad, ni la indisciplina. And neither should we. Elia se entrega al arte como yo sueño con hacerlo. Elia tiene una facilidad increíble para descubrir las debilidades de la gente y atacarlas hasta que hacerte llorar en posición fetal mientras te comes un pote de helado, porque eres una cucaracha miserable que quería ser actriz y se consideraba razonablemente talentosa hasta que la conoció. Elia está clara en la vida. Si Elia no te convierte en una (razonablemente) buena actriz, fren, saca los libros y ponte a estudiar ALGO, porque nadie más va a poder hacerlo.
Elia K. Schneider me salvó la vida también. Y era hora de que lo supieran.
4 comentarios:
ojalá todos llegásemos a admirar tanto a alguien así como tú admiras a tu teacher!!
Qué bueno tener a alguien de quién aprender TANTO!
Justas palabras para Elia, bellas que salgan de ti!
Totalmente... Debo decir que ella es de las pocas que me enamora cada vez que la veo y escucho decir como son las cosas.
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