domingo, 17 de febrero de 2013

11:11

Morirme en una tarima.

Meaningful empiernes.

Seguir tratando hasta llegar.

Poner una pajarita todas las casillas de mi bucket list.

Más franelas de Harry Potter.

Parecerme más a Hermione.

Tener lo que necesite.

Necesitar poco.

Intensear con quien quiera intensear.

No quedarme mal pegada.

Que los gatos sean más simpáticos.

Ser Tina Fey cuando no quiera ser Nina.

Ver a @laperfecta y a @mdla00.

Dejar de extrañar a los que se fueron.

Dejar de anhelar a los que vendrán.

Seguir siendo valiente.

Dormir más temprano.

No engordar más nunca.

No ser tan impertinente ni tan inoportuna.

Cantar mejor.

Tanto tiempo como me merezca.

Aprender a usar lo bueno.

Desaparecer el miedo, de un solo plumazo.

Controlar mis vicios y adicciones.

Seguir.

Escribir mejor.

Aprender a describir.

Trepar por ventanas si las puertas se cierran.

Una nave invisible.

Aprender a montar bicicleta.

Decirle todo.

Que no me importe si no me lo dice de vuelta.

Emocionarme y conmoverme.

Reírme hasta que me duela la barriga.

Dar risa, aunque se lea muy mal.

Resolver misterios.

Ser un buen ejemplo.

Recordar mejor.

Olvidar, pese lo que pese.

Stand up, them and me

Son las 10:32 pm según mi computadora. Esa hora siempre ha estado mala, deben ser las 10:20 más o menos y tengo el celular muy lejos para revisar. 

Hoy, decidí cambiar de lugar. Siempre escribo o pajareo en la sala de mi casa, cosa que mi mamá detesta porque dejo todo desordenado siempre. Estoy en la parte de abajo, donde escribí todo este blog en una computadora que ahora me parece prehistórica. La silla donde estoy sentada cruje y hace ruiditos raros. Hay una más, pero está lejos y me da flojera. Tengo muchas horas sentada aquí, sin fumar, porque me da flojera salir. 

Todas estas horas las he pasado organizando, escribiendo, reescribiendo, puliendo y diciendo en voz alta el material que voy a probar el lunes, o sea, mañana, en Teatro Bar. No confío en lo nuevo como confiaba en todo lo que escribí primero. Esta vez confío en mí, cosa que es genial. 

No puedo sacármelo de la cabeza. 

Y sin embargo, sigo escribiendo, puliendo y practicando. 

Vuelvo a pensar en él y en el fin de semana. Y me distraigo y sonrío y me encanta. 

Vuelvo al material. Corrijo. Sonrío. Me extraña y dudo un poco porque recuerdo que al principio cuando escribía stand up me reía a carcajadas. No era una risa egomaníaca. Era una risa genuina. Me daba risa a mí. Me daba mucha risa a mí y eso era muy fino. 

Creo que el stand up nunca va a dejar de ser difícil para mí. Creo que era hora de que la niña a quien todo se le hacía fácil, met her match. Es gratificante hacer algo en lo que tienes que trabajar duro. Es mejor. Ha sido mejor para mí. Pasé todas las notas e ideas random que tenía en el celular al gmail. De ahí las copié y empecé a organizar. 

Tengo mucho trabajo por delante y tengo muchas ideas en camino. La gestación de muchas de esas ha sido más larga que nueve meses. Las he parido. Bueno, no las he parido todavía. Sigo trabajando por parirlas. 

Me veía muy bien y él no me dijo nada. ¿Puedo con eso? Sí, porque yo sé que me veía bien. O te acostumbras o te vas, Nina. No es lo mismo acostumbrarse que conformarse, creo. 

¿Las ideas nuevas no me dan risa porque han sido menos orgánicas? No me dan risa porque no son buenas, quizás. De repente tengo que montarme mañana a probarlas y callarme la boca. Phyllis Diller seguro no tenía estos peos. Joan Rivers tampoco. 

A probar, a probar, cada premisa en su lugar. Eso también me cuesta horrible. Ordenarlas. Primero lo de las tetas, siempre primero lo de las tetas porque parar burlarse de los demás hay que burlarse de uno primero. No puedes revelar la técnica, como los magos. Pero si no hubiera sido por los que me han revelado la técnica, ¿dónde estaría? Sería una actriz frustrada. Nunca me hubiera atrevido a hacer stand up sin clase, sin libro, sin ayuda, sin nada. Hubiera fracasado estrepitosamente y nunca más me hubiera vuelto a montar. 

Mientras más dé, más recibiré. Me ha funcionado hasta ahora. 

Dejé el celular lejos para no escribirle. Just in case. 

No he hecho tanto stand up como debería. Sé cuáles son mis limitaciones como comediante, pero no puedo creer que hasta ahora sólo tenga un bit que no tenga nada que ver con mujeres, hombres y relaciones. Por ahora eso es lo que se me hace fácil. Hablar de mí y de ellos. De perder la cabeza por un hombre un día y al día siguiente perderle la paciencia. Amarlo profundamente y ver cómo te deja de amar. Eso es lo que me mueve, me jode, me arrecha, me hace y me deshace. 

Si pude hacer un bit de la misa, puedo hacer más adelante otro de algo más. De bloggear, por ejemplo. Un bit de hacer stand up. Un bit de viajar. Un bit de la radio en Venezuela. Un bit de Facebook, Instagram y Twitter. Un punchline: "reina, ya no necesitas cirugía. Ponte un filtrico en Instagram que sale más barato y ya". Puedo hacer un bit sobre aprender otro idioma. Un bit sobre por qué no me gustan los niños para que el público me queme en la hoguera. Un bit sobre todos los libros malos que he leído. 

Puede ser. 

Puedo hacer un bit sobre mis miedos. Como los miedos de ahorita son más grandes que los monstruos bajo la cama. Puedo hacer un bit sobre los príncipes. Como ya no vienen a caballo sino en mototaxi. 

Sí puedo. Pero me falta un rato todavía. Es que lo que me jode es esto. Esto yo, esto ellos. 

En stand up me hallé como artista. Y como artista me quise en stand up. Con el stand up, crecí un poco mientras se me daba licencia para inmadurear. Con el stand up he hecho buenos amigos. Con el stand up, he aprendido que el hecho de que ese público no se haya reído, no significa que otros no vayan a reírse. También me he puesto malcriada. Si se ríen de eso, me da penita que se rían de lo mío también. Hay público para todo pero, si van a ser así y si van a reírse con eso, prefiero que se los queden ellos.  

El stand up me gusta porque no es como la televisión. El stand up es como la radio. Tienes que ser bueno para que se rían. No importa cómo te veas. Me gusta el stand up, porque no es el qué sino el cómo. Y el cómo se puede aprender, se puede mejorar y se puede trabajar. Como la confianza. Círculo perfecto. 

Son las 10:57 de mentira. Y tengo que volver a ensayar. 

viernes, 15 de febrero de 2013

Yeap

El amor no es para cobardes. 

Linda Briceño - Bésame mucho. Una versión para todos los tiempos



Yo entendí a @mdla00, a @marialedivagando y a @oraimar cuando escuché por primera vez a Linda Briceño hace dos años en un Paseo Los Palos Grandes. La presentó César Miguel Rondón y tocó el piano, la trompeta y cantó Amazing Grace. Solita. Ella. Es menor que yo, por no sé cuánto la verdad. Linda y yo nos hemos hecho panas. Nótese que yo a ninguna de mis panas le digo cosas parecidas a éstas, porque ninguna de mis amigas con excepción de @MariMarval tiene un talento del tamaño de Linda Briceño. Mi reputación es de ser fría, honesta y directa. De ser, en otras palabras, una hija de puta por decir las cosas como son. 

La verdad es que la voz de Linda tiene un poder increíble sobre mí. Escuchar la primera nota de su trompeta me dio la certeza absoluta de que Linda va a llegar hasta donde se proponga y más. Yo nunca había escuchado a nadie cantar así. Mucho menos había visto como alguien dejaba de tocar piano, para tocar trompeta y dejaba de tocar tocar trompeta para cantar. La misma canción. Todo eso en menos de cinco minutos es una locura. Linda va a ser a la música internacional, lo que yo voy a ser a la actuación. Yo nunca había conocido a una mujer tan talentosa. Esta chama se sale de lote. Se sale y se pierde de vista. Ojalá se enamoren de ella como yo. Y no digan que soy musicalmente pichirre tampoco.  

martes, 5 de febrero de 2013

Prohibido masticar - updated


Sí es verdad que empecé a hacer ejercicio hace burda de tiempo regularmente. Sí es verdad que de vez en cuando en vez de comerme tres platos de paella me como dos. Sí es verdad que esta cruzada en contra de la morsa de mierda que fui por culpa del mía y del Yunque está siendo peleada. Pero la verdad es que no he terminado de entender que el ejercicio te lleva hasta un punto y después de eso los cuadritos se sacan con dieta. 

Lo lógico y lo coherente hubiera sido hacer dieta moderada e ir poquito a poco mejorando mis hábitos alimenticios hasta el día que pudiera jugar a la vieja en un built-in tablero en mi barriga. Pero por estos lares la lógica es escasa–ver en Google "Asamblea Nacional"–y de coherente tengo lo que tengo de alta, decidí saltarme todo lo gris y empezar en el negro. 

Por las próximas 72 horas está prohibido masticar. Empiezo un cleansing con unos jugos que se llaman JuCleanse. Son seis jugos diarios, desayuno-merienda, almuerzo-merienda, cena-merienda. El reto es no comer nada sólido entre cada jugo. Me imagino que habrá gente que se sale, porque el shock de no masticar debe ser muy fuerte. El shock de no sentarme a comer sé de entrada que me va a pegar. Eso sí,  estoy demasiado diespuesta a meter a mi gordita interior en cintura y como yo soy una tipa que este año ejecuta, la voy a doblegar. 

Como sea, even if I have to silence and choke her with juice.

El cleanse que hice duró tres días y nunca me salí. Vencí a mi gordita interior y estoy demasiado orgullosa de mí.

Logré terminar Jucleanse porque estuve verdaderamente full de cosas que hacer los tres días. Si tienes mucho tiempo libre y no tienes oficio mi recomendación es que busques otra fecha. Los jugos son caros, pero funcionan. El primer día en el corre la pasé muy mal, pero el segundo día fue el peor. Las ganas de morder y masticar y la ansiedad fueron mis peores enemigos. No pasé tanta hambre como me dijeron que iba a pasar, fue más la vaina psicológica de no sentarme a comer, de no picar la comida con cuchillo y tenedor.

Sobreviví un almuerzo en mi casa, una cena de trabajo en un restaurant chino y unos profiteroles de la Mozart. Si yo pude, cualquier puede. Si yo pude, hasta el Ñoño del Chavo del 8 lo logra. De bolas, 99% del tiempo quise enterrar la cara en esa torta pero tuve que sacar la fuerza para salirme de la cabina a como de lugar. Como quien termina con un tipo que sabes que no es bueno para ti.

El día más jodido fue el dos. Una vez sentí que me desmayaba, me tomé una manzanilla (una de las pocas cosas que puedes tomar que no sean los jugos del coño) y listo. Tomé muchísima agua porque me obligué a hacerlo, eso me calmaba la ansiedad y sentía que algo ocupada mi estómago.

Si quieren contactarlas: @juCLEANSE o jucleanse@gmail.com. Yo sí digo que vale la pena. 

lunes, 4 de febrero de 2013

Capítulo 8


¿Ajá y ahora qué? No me puedo mover.

–¿Quieres una franela?–me gritó Daniel desde el vestier. 
–Sí, porfa.

No me puedo ni sentar. Coño coño coño. Vamos, Chechi. Siéntate. Uno. Dos. Tres. Ouch. ¿Dónde están mis pantaletas? Qué humillante esto. Qué humillante no poder sentarme para ver dónde quedaron mis pantaletas.  Si no puedo ni sentarme cómo voy a hacer para caminar hasta la cocina. Un, dos, tres, trata de nuevo. Me siento, me siento, me siento… me duele, me duele, me duele.

Aquí está. ¡A comer!” me dijo Daniel sonriendo. Mis ojos, ya acostumbrados a la oscuridad, se enfocaron  sin mi permiso directo en su abdomen. Tenía todos los abdominales marcados. Podías jugar a la vieja en su barriga. No eran cuadritos grotescos tipo Físicoculturista Con Aceite de Bebé, eran cuadritos discretos tipo Estrella de Fútbol en Entrenamiento. Tenía un boxer de cuadros rojos y negros. Dejó una franela azul marina al lado de mí en la cama y terminó de ponerse la suya.

Me apoyé sobre mis manos para sentarme. Vi al cielo y me incorporé. Agarré la camisa que Daniel había dejado al lado de mí en la cama. Estaba adolorida y asustada. No iba a saber cómo pararme de la cama, cómo caminar todo el pasillo, ¡cómo bajar las escaleras! Todo eso disimulando el dolor. 

 Me puse la franela lo más rápido que pude y giré las piernas para apoyarlas sobre el piso. “Si lo haces de una vez, de repente te duele menos,” pensé. Me paré bruscamente. Busqué la pantaleta con la mirada hasta que la vi en el piso cerca de la esquina opuesta de la cama. Como pude, caminé hasta ella, me agaché para recogerla y ponérmela. Mis muecas me delataron. Nunca fui buena mentirosa, nunca había sabido disimular.

–¿Qué pasó?
–Nada.
–¿Qué pasó? ¿Por qué pusiste esa cara?
–Nada, nada. Vamos.
–Chechi, no entiendo ¿qué pasó?¿Por qué caminas así?
–Por nada…
–Ajá, seré yo bruto. ¿Qué pasa?
–Pasa que tenía demasiado tiempo sin… bueno, tenía demasiado tiempo sin que nada pasara y estoy un poco adolorida. Nada grave–le dije, viendo a todos lados del cuarto menos a donde estaba él.  

Cuando entendió, Daniel empezó a reírse. En ese momento, quise hacer dos cosas. La primera, salir del cuarto lanzando la puerta porque estaba riéndose de mí. La segunda, besarlo. Su risa era un afrodisíaco sonoro. Ya que no podía hacer la primera por mi limitada movilidad, hice la segunda. Di un paso para agarrarle la cara y lo besé en los dientes mientras se reía.

–Jajajaja pobrecita mi Chechi vale, jajajajaja.

Cuando estaba apartándome, Daniel me agarró por un brazo y me cargó. “Como es mi culpa, yo llevó a la lisiada hasta la cocina,” me dijo en el oído. Caminó por el pasillo, bajó las escaleras y me sentó en un banquito de la cocina como si yo no pesara casi 60 kilos. Nunca me habían cargado como una princesa hasta ninguna parte. Pasé todo el recorrido agarrada de su cuello, oliéndolo. Se sentía bien. No, se sentía muy bien.

­–¿Te provoca comerte las arepas con jamón y queso o quieres algo más?
­–Jamón y queso está bien.
–Jajajaja, menos mal porque es tarde y me da flojera.

Mientras se hacían las arepas en el Tostyarepa, se sentó al lado mío y nos pusimos a hablar de cualquier cosa. Hice todo lo posible por evitar el contacto visual, pero había algo en sus ojos que me impedía voltear por mucho tiempo. Sus ojos me hipnotizaban. Su mirada me paralizaba, la verdad sea dicha. Me hacía sentir pena, miedo y maripositas todo al mismo tiempo. Como ninguna cocina tiene espejo, concluí que debía parecer una loca y empecé a jugar con mi pelo para aplacarlo un poco. Estaba nerviosa. No sabía tener una conversación sobre nada y sobre todo a la vez con el hombre que acababa de verme desnuda.

–¿Te duele mucho?
–No–le mentí.
–Lo siento…
–Jajaja, bueno no es para tanto tampoco.
­–Lo que deberíamos hacer entonces es practicar más–dijo mientras subía su mano por mi pierna–si practicamos mucho, te dejará de doler.
–Ajá–cerré los ojos para concentrarme en el recorrido de su mano. Sobre mi pierna, sobre los huesitos de las caderas, sobre el ombligo, bajaba de nuevo, volvía a subir,  lento, rápido, una sola mano, las dos, un brazo, un pezón, una costilla. Mientras me tocaba, respiraba en mi oído y me ericé.
–Tienes la piel suavecita, me vuelve loco. Sabes las ganas que tengo de cogerte aquí mismo otra vez, ¿no?

Me paralicé. La palabra era muy explícita, el tono había sido todo menos dulce, yo me moría de la vergüenza y estaba adolorida, pero todo eso sumado había hecho que yo me excitara de nuevo. La urgencia de su voz lograba cosas en mí que yo no entendía, pero me gustaba lo que le pasaba a mi cuerpo cuando él me hablaba así. Empezó a besarme y recorrerme con la lengua y con las manos. Le quité la franela y me lancé sobre él. Abrí las piernas para sentarme encima y me mordí la lengua. El movimiento me había dolido, pero sentir cómo me abrazaba con un brazo y cómo el otro luchaba por colarse adentro de mi escasa vestimenta compensaban el esfuerzo. Le clavé las uñas en la espalda y me dejé llevar. Daniel me acostó en el piso de la cocina y deslizó sus manos desde mis hombros hasta la liga de mi pantaleta. Su boca estaba a centímetros de mí y mis ojos se fijaban en el techo y en los suyos. Segundo a segundo, me volvía loca. Finalmente, empezó a quitármela.

PING. Las arepas estaban listas.

No nos importó.