martes, 21 de abril de 2015

Confesión # 96

Cada vez me convenzo más de que algunas de nosotras no estamos diseñadas para convivir en pareja. 

Estoy demasiado malacostumbrada a estar sola. La última vez que tuve novio fue en 2012. La última vez que salí con alguien serio fue en 2013, pero no cuenta porque era como estar sola dado que él era peor at being in a relationship que yo. 

¿Será que no les perdono ni una porque no me gustan lo suficiente? ¿O porque soy una loca intolerante?

Either way I get the bed to myself. 

Me gustaba uno hasta hace poco. 

El año pasado técnicamente no cuenta porque yo estaba muy mal. Siento, viéndolo ahora con distancia y categoría (jaaaaa, slogan noventoso) que no era que me gustaban for realzzzz. Era que yo estaba en la mierda. 

Con uno ya maduré, ya somos amigos y así seremos forever. 

Con el otro, pase lo que pase, le voy a agradecer demasiado que me haya querido meter cuando estaba gorda y triste. Suena horrible, sí, pero que un carajo quiera hablarte y te diga que quiere contigo mientras tú te sientes/estás en la mierda is like a beacon of hope. Estamos peleados ahora, pero I will forever remember how he showed up in my life en ese momento y que a su manera de verdad él ayudó.

Después fue que si uno de los más mamahuevos de todos y mira que hay competencia.

Al final creo que será una competencia dura entre mi Carrie interna y mi inner Christina Yang.

Por lo menos no he tenido que recurrir a salir con bolichicos.

Quizás todos esos son karma por haberle terminado al Anticristo la primera vez por carajita. Ese hombre sufriendo y yo chateando en MSN.

O la segunda, que fue la primera vez que sospeché que we really weren't meant to be pero igualito estaba chateando–sólo chateando–con un gringo que me encantaba.

Si me preguntan es un poco desproporcional todo ese karma, pero ni que yo fuera el universo para entender.

Odio los tipos que te piden el teléfono y no te llaman.

Odio que ahora salir se ha convertido en darle like a las fotos en Instagram y quizás, si tienes suerte, hablar por Whatsapp mil semanas hasta que un día coincides con el tipo por ahí.

Básicamente coincido porque voy a donde sé que va a estar, porque I am a go getter.

Hasta como 2013 me daba ladilla que me invitaran a salir y les decía yo para hacer algún plan, pero después I came back to my senses.

Cada vez que lo veo me da arrechera que no me haya parado. Es el único tipo que me ha gustado con quien nunca tuve nada de nada.

Tengo muchas amigas que tienen relaciones normales y no ladillas pero me fijo más en las que tienen relaciones de mierda para autojustificarme.

Una vez pasé ocho meses saliendo con un tipo y me sentía sola siempre porque no fue un buen compañero. He wasn't there, nunca. Ya sé que ya lo dije pero es que fue muy heavy para mí.

De vez en cuando hablamos como si fuéramos amigos porque creo que somos amigos y nos tenemos cariño a pesar de que él no se lo merece.

No soy una tipa balanceada ni en eso. O soy un pan de Dios una cuchi hiperpaciente entregada o una intolerante peleona inmamable.

También puede ser porque hace como cinco años salí a cenar con uno y después a rumbear con otro la misma noche. It was first date con ambos y estábamos tanteando el terreno. Pasé como una semana estresada–por un coño, porque ni los besos me dí–hasta que decidí que ninguno de los dos me gustaba lo suficiente.

Siempre he logrado salir del friend zone, cosa que no es necesariamente buena.

He terminado en el friend zone demasiadas veces y al principio lo he detestado porque me han puesto ahí, pues. Nunca fui yo la que dijo "esto no está funcionando, seamos amigos," me lo decían a mí.

Muchas veces salgo con tipos que no me gustan tratando de forzarla, just because they are nice. No funciona. No funciona ni un poquito.

 Extraño la era de ser inocente y creerle las estupideces como "el timing, el momento, las excusas incoherentes." Ahora nunca les creo nada, ni siquiera la verdad.

Es mucho más fácil ser la pobrecita que ha tenido mala suerte que la loca de mierda que no perdona ni una.

Todos sabemos que soy la segunda pero digo que soy la primera.

Los hombres venezolanos tienen que subierle 25 porque yo no le voy a bajar ni tres.

En los últimos años sólo he visto tipos bellos en un matrimonio que fui la semana pasada y en el Ávila en horario afteroffice.

Casi todos me aburren.

Cuando bailan bien y les gusta la salsa no puedo resistirme.

Aunque trate. Y Dios sabe que traté, ¿ah?

Prefiero estar sola que mal casada. Casarse con cualquiera, cualquiera lo hace.

A menos que sea domingo que me pegan unos downs locos. El resto de la semana si estoy sobria no me afecta tener tanto tiempo sola, los domingos que no trabajo–son muy pocos–quiero salir corriendo al cine con quien sea.

Me ha pegado mucho this tiny break up.

Esa es la otra. Desarrollo vínculos emocionales con tipos pero como nunca me empato no puedo decir que es un break up y no tengo persmiso de llorar porque ese huevón no era nada mío. Tampoco tiene sentido, como dice @marialedivagando, sufrir por un huevón que no fue nada mío pero a veces me provoca y ya.

Casi nunca me dejo, pero a veces sufrir no es opcional.

Mis planes de viernes postfunciones de Micro, son releer conversaciones y hacer screencapture para tener evidencia de que alguien algún día me dijo Bella o te extraño o quiero verte.

Hashtag loser.

No sé cómo hacer para conocer gente nueva. Los hippies artistas que veo más, son hippies artistas. Qué ladilla salir a un matrimonio y tener que buscarlo, que ladilla no poder salir a comer, qué ladilla no poder irme así sea a La Guaira, qué ladilla el extremo. Los sifrinos estúpidos que veo menos pero con quienes supuestamente una debería salir son estúpidos, superficiales y materialistas. Qué ladilla ir siempre al mismo local, con la misma música, los mismos comemierdas, las mismas esposas con las mismas carteras, los mismos cuentos y una única opinión y visión sobre la vida. Qué ladilla pasar toda la noche montada en una Merú escuchando cuánta plata hace. Qué ladilla el extremo. No, pinga.

Ambos grupos son increíblemente machistas, en general. No dejen que la cámara, las camisas de paz y el olor a marihuana los engañen, los hippies pueden ser machistas también.



lunes, 13 de abril de 2015

I Have Always Hearted NYC

Una sola cosa me ha hecho llorar más que el Anticristo. Por si acaso eres nuevo por acá, el Anticristo era el que yo creía que era el amor de mi vida. Nueva York es esa cosa. La única carta de amor que he escrito en mi vida fue una carta que les escribí a los dos y no es por nada, pero era muy cuchi. 

Durante mis primeros tres años de universidad, NYC era la meta. O sea, Caracas y la UCAB eran el mientras tanto. NYC era el sueño, el destino, el lugar. Tuve mis estadías largas y cortas, muchas para estudiar actuación y baile, otras para hacer algo con todo lo estudiado. Dos años me sometí a un proceso de selección para una beca que fue emocional y físicamente agotador para mí. Misma beca, misma universidad, dos fracasos consecutivos. 

En el segundo intento fallido de la beca, entendí que NYU no era. No me dejé vencer y apliqué para otra escuela, otro proyecto, que si bien no me iban a hacer licenciada me iban a permitir pasar un rato en NYC. Apliqué para el programa largo de BDC y cuando quedé, me lesioné el tobillo. "Qué señales de mierda me estás mandando universo hijo de puta te odiooooooooooooooooo," fue mi grito de guerra por dos semanas. 

Sólo Eugenia es comparable con esos fracasos. Sólo el Anticristo y Eugenia son comparables con el dolor. Hay una sola pero importante diferencia. Con el tiempo y la edad (no la madurez) viene una sabiduría loca. Suena mojoneadísimo decirle sabiduría, pero no se me ocurre un sinónimo. Eugenia ya no me duele. Eugenia was let go el 19 de diciembre trotando por una calle de Weston. Ese cuento es muy poético, ya lo echaré otro día.

A mí Nueva York me conecta con la mujer que soy y con la artista que quiero ser. 

Hace un año y medio cuando me fui al VAF, entendí que en Venezuela nunca me va a ir como quiero que me vaya porque no es mi lugar en el mundo. Nueva York sí. En Nueva York puedo crecer–metafóricamente–como no he crecido aquí. En Nueva York hay competencia moderfoker, sí, pero digna también. Allá la vaina no es como aquí, que si medio cantas todo el mundo te jala bola. Allá si cantas increíble tienes que competir con tipas increíbles y le dan el papel a la más increíble. La competencia es feroz, sí, pero es justa. Aquí no. Aquí yo actúo, bailo tap y canto en vivo en una obra de Microteatro y las que agotan la taquilla son las que tienen Sexo en el título y tetas en los afiches.

Esos años fueron muy duros. Casi tan duros como el año pasado. Pero entendí que el universo me dio mis tatequietos porque no estaba lista. Las fuerzas cósmicas me dejaron acá porque tenía que aprender mil cosas más para poderme ir. Si me hubiera ido cuando me quise ir, me hubiera tenido que devolver. No estaba lista. No había desarrollado las herramientas necesarias. En ese momento era un metro cincuenta y seis de arrogancia sin fundamento. Cuando me iba, juré que me iba porque era arrechísima. Ahora que me quiero volver a ir, entendí que casi nadie es arrechísimo y que los que lo son no lo dicen, lo demuestran. He recibido suficientes coñazos en la "industria" artística de este país como para saber que no soy ni imprescindible, que no soy la mejor, que no soy la más arrecha, ni la más talentosa, que nunca seré indispensable, que siempre habrá gente que es mejor que una, que el foco tiene que estar en el trabajo, que no importa lo que hagan los otros y que siempre hay que llegar temprano. 

Ahora manejo mejor las herramientas de comedia. El stand up y la impro son como dos destornilladores nuevos en mi caja de herramientas que hace diez años no tenía. El talento sin técnica no es nada. Ser ocurrente no es suficiente, en ningún país del mundo. Menos cuando hay 106.345 carajas graduadas de colegios especializados en performing arts. En esa ciudad hay una Lady Gaga en cada esquina y estoy loca por irme a competir contra los grandes.