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Soy una tipa fácil. Fácil de conquistar, digo. Para que un tipo me atraiga no tiene que estar explotado de bueno, ni tiene que ser catire, ni tiene que ser de ninguna manera en específico. Sí, soy exigente para tomar el paso de “epa, sí va” a “epa, que lindo” pero de entrada, es bien difícil rechazar un date.


Salgo casi con todo el mundo que me invita. No necesito flores, de hecho hay que evitarlas porque no me gustan. No necesito planes millonarios ni viajes por el mundo. No necesito promesas ni compromisos al principio, necesito que cumplan las que hacen en el medio. De hecho, las cosas se acaban cuando rompen las promesas al final. No necesito carteras ni regalos más caros que un libro o una bolsa de Nestea. Puede ser hasta un libro del Cambalache. Necesito que huela rico y que me trate bien.


Necesito que me haga reír lo más seguido posible. Esa es la vía para conquistarme. Hacerme reír y saber hablar. No decir cabello también es importante. Claro, el pana tiene que tener las bolas para estar conmigo y paciencia para soportarme, pero no estamos hablando de ellos. Estamos hablando de mí… para variar.


Necesito que me diga que estoy linda o que soy bella. Preferiblemente ser por encima de estar. Estar es como circunstancial, ser es una condición. Prefiero creer que soy y ya. Ya mencioné que necesito reírme, ¿no? Necesito que no le importe como me visto ni que me aburra arreglarme. También necesito que se sorprenda cuando finalmente me arreglo, porque sí, I clean up nicely. De hecho, es una estrategia: ando como una loca todos los días para que cuando me arregle el impacto sea como WOW!


Necesito que me demuestre y que me diga. Pero más de lo primero que de lo segundo. Necesito que le guste besar y que entienda. Que entienda todo. Necesito que le guste echarle palos y que baile merengue aunque sea. Necesito que respete y opine. Necesito que me respete cuando yo opine. Lo más importante es lo siguiente: necesito que he challenges me intellectually.