Puta. Eres una puta. No.
Eres una bruta. Seguro te despiertas y no está ahí. O se está vistiendo para
llevarte. O escribiéndole a otra tipa. Putaputaputa. No. Mujer liberada del
siglo XXI… que es un eufemismo para puta. ¿Por qué si eso estuvo tan bueno me siento
tan mal? Por puta.
Abrí los ojos. Podía sentirlo a mi lado pero en la oscuridad no
logré distinguir si estaba despierto. Me puse boca arriba. Daniel se acercó a
mí y empezó a hacerme cariñitos en el brazo izquierdo.
¿Existen los cariñitos
sonámbulos?
Tosió.
¿Qué hago?
—Yo sé que estás despierta. Hola.
—Hola…
—Te ves bella cuando duermes.
—Eem… ¿gracias?
No sé hacer esto. No lo
sé hacer.
—Hay algo que tenemos que negociar, eso sí.
—¿Qué será?
—Que no me vuelvas a empujar cuando trato de empiernarme contigo.
Los primeros quince minutos después de que te quedaste dormida, todo bien.
Después, te moviste y cuando traté de reacomodarme no me dejaste. Intenté
varias veces y nada.
—Lo siento. En mi defensa, estaba dormida.
—Ya no estás dormida. ¿Podemos empiernarnos ahora?
El silencio del cuarto y de la noche se hicieron aún más grandes
en ese momento. Un silencio tan grande que fue bueno. Respondí apoyándome sobre
mi brazo para ponerme poca abajo. Encajé mi cabeza entre su cuello y su clavícula.
Lo abracé y doblé mi pierna derecha sobre las suyas, como pude porque me dolía
todo. Todo.
—Mucho mejor.
—¿Cuánto dormí?
—Como 40 minutos.
—¿Y tú?
—Como diez en total.
Agradecía la oscuridad. En la oscuridad me sentía más valiente,
más segura. En la oscuridad mi pena y mis nervios eran menos evidentes. Era
mejor a oscuras. Era más bonita, más segura, más confiada. Era también
imposible que me viera a los ojos y se diera cuenta de cuánto me gustaba. Era
mejor, mucho mejor, que no me pudiera ver. No sabía que iba a pasar una vez que
se parara de la cama. Después de todo, mi mal criterio me había enseñado una
lección muy valiosa de vida. Hay dos clases de hombres. Los que te quieren
coger y los que ya te cogieron. Daniel veía al techo y yo controlaba mis ganas de llorar.
Fue muy rápido. Valió la
pena, fue muy bueno, pero fue muy rápido. No me va a volver a llamar y no estoy
preparada para que no me vuelva a llamar.
—¿En qué piensas?
—En nada.
—Hueles demasiado bien.
—Tú también.
—Hueles a shampoo. Es rico.
—Gracias. Tú todavía hueles a Cool Water.
—Jajajaj, qué buen olfato.
—Sí. Soy como un schnauzer.
Su risa llenó el cuarto e hizo que mi corazón empezara a latir más
rápido. Me contagió la carcajada.
—Jajajaja, es increíble.
¿A quién conoces que la usa?
—Un amigo de Margarita,
es su preferida.
—Aaah…
Se dobló y me dio un beso en la frente. Me sorprendía cada vez que
lo hacía. Me parecía un gesto muy cuchi. A la vez, me emocionaba. Mi mente
empezaba a imaginarse un futuro próximo de besitos en la frente y cenas con la
familia e idas a la playa con los amigos… Tenía que parar. Ilusionarme de más
como casi todas hacemos cuando nos empieza a gustar alguien podría salirme muy
caro esta vez. Mis ojos empezaban a acostumbrarse a la oscuridad. Daniel
sonreía.
—¿De qué te ríes?
—De nada.
—Mentira.
—Tú también me mentiste cuando te pregunté en qué pensabas. Las
mujeres no pueden pensar en nada, no tienen ese poder. Es una habilidad que
sencillamente no tienen. ¿Me equivoco?
¡Ups!
—Bueno, si tú me dices de qué te estabas riendo yo te digo en qué
estaba pensando. ¿Va?
—Ok, estaba riéndome de ti.
—Oye, que lindo, gracias.
—Oye, si me dejas terminar de hablar… me acordé del miércoles en
la galería. De dos cosas del miércoles en particular. Como luchabas para no
enterrarte en la grama y de tu cara cuando te dije que sabía perfecto quién
eras tú.
—Ah.
—¿Te cortaste?
—No.
—De bolas que te cortaste. Jajajaja, que linda. Pero bueno, dime
en qué pensabas.
En que soy una puta y no
me he debido acostar contigo en la segunda salida pero me encantas y quiero
volverlo a hacer ya pero no creo que pueda porque me duele todo y eso me da
burda de pena porque tenía demasiado tiempo sin tirar y que me da pánico que no
vuelvas a llamarme pero sé desde ya que no vas a hacerlo porque soy una puta
que se acostó contigo en la segunda salida.
—En nada, en serio.
—Jajajaja, no me jodas Chechi. Dime.
—Jajajaja. OK. Estaba pensando en que tu cama es muy cómoda—hizo
un silencio más largo de lo normal dándome a entender que no me creía, pero no
preguntó más.
—Que bueno que te guste. Ahora que caímos en ese tema, ya que te
sabes algunas de las reglas de esta cama, puedes usarla cuando quieras.
—¿Algunas de las reglas?
—Sí. Hay más, pero no es momento todavía. No hay problema, yo soy
un hombre paciente. Creativo y paciente, buena combinación.
—Pero yo soy una mujer curiosa…
—Bueno, eres una carajita curiosa.
—Jajajaj, déjame. No se vale. Dime.
—Es por tu bien. Y por el mío. Ok, es por nuestro bien.
Gracias Dios, está
hablando en plural. Dijo “nuestro”. Nuestro. Nuestro implica multitud. ¿No?
En un segundo se desenredó y estaba encima de mí. Me besó con
ganas. Su lengua masajeó la mía, sentía que el corazón no iba a aguantar este
trote. Mi lengua obedecía y jugaba con la suya. Se alejó para quitarme el pelo
de la cara. Me dio un piquito. Dejó su cara tan cerca que recordé el capítulo 7
de Rayuela, el de El Cíclope. Respiramos juntos. Yo, confundida. Él, ahí. “Hay
reglas de esta cama para las que no estás lista. Te las enseñaré poco a poco,
porque por ahora no estás lista Cecilia. ¿OK?” me dijo. No estaba preguntando.
Para él era una certeza que terminaría enseñándomelas y yo nunca había estado
tan dispuesta a aprender. Él quería tenerme de nuevo en esa cama y yo no quería
irme nunca de ahí. Era perfecto.
—¿Tienes hambre?
—Hmmm… podría tener hambre, sí.
—Jajajaja, ¿por qué te da pena tener hambre? ¿Quieres arepas?
—Sí.
—Vamos.
—Vamos.
3 comentarios:
Ahora, tres meses más para saber quién preparó las arepas, de qué estaban rellenas las arepas, qué pasó después que hicieron la digestión, etc.
Que angustiaaaaaa!
Ninaaa! Así no puede ser... Tienes que darnos mas sustancia! Jajajajaja Vamos esperamos el Capitulo 8
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