Tuve mi segundo novio a los quince años. Si me preguntan, es la mejor edad para tener un segundo año. Porfa, mi novio tenía carro y yo tenía camisa azul. ¿Debo decir que I was a legend o se entiende solito? Right. Súmole a esto, que dicho novio había sido mi amor platónico de los dos años anteriores de bachillerato. Su mejor amigo, era mi mejor amigo. Su mejor amigo iba a ser mi date en Eeeeel Baile de Quinceaños de mi promoción y unos días antes se esguinzó un pie y tenía muletas. ¡Ahí estaba! Ahí estaba la señal de que este amor platónico dejaría de serlo. Las estrellas se estaban alineando a mi favor, sería el mejor ejemplo de que if you can dream it you can do it.
I dreamed it, I did it and it broke my heart for the first time.
Este niño era el It Boy de su promoción y yo era la chama que bailaba, actuaba y era burda de pana de la mía. Era un partidazo para los estándares de Teenage Nina, que eran todavía peores que los de Grown Up Nina. He was everything you could want in a boyfriend, con excepción de que no me quería ni me trataba bien. No me trataba mal, pero no me trataba bien. A los quince quería lo mismo que quiero ahora: romance. Back then me gustaban las flores y las esperaba, quería mensajitos de buenos días, llamadas eternas mientras me movía por toda la casa y mis papás me gritaban que colgara. Quería cariñitos en el pelo y agarradas de la mano, planes interesantes y nuevas aventuras. I wanted a magical relationship and I got something as brief as I am short and as interesting as cabbage. De su lado, el romance no era tanto romance sino pasión. La primera vez que me di un beso con lengua, fue con él. Teníamos una semana de novios. Lo más lejos que llegamos fue que me tocó el culo (OMGGGGG) sobre el pantalón, siempre. Tres veces en total, máximo porque no duramos ni un mes. Fue mi primera relación fracasada y la recuerdo todavía como si fuera ayer. Mi mamá me decía que ese niño sólo quería una cosa de mí. Mi mamá siempre tuvo razón en todo y me dio mucha arrechera y mucha satisfacción el día que me di cuenta de eso. Yeeeeiii mi mamá no está loca, ni era una mujer que no sabía nada de la vida, como tantas veces en mi adolescencia le grité. She knew. She always has known.
Echo todo este cuento para entender que lo que rechazo como mujer, tiene sus raíces en lo que me hirió cuando era chama. Cuando este niño y yo terminamos, él empezó a salir con una "amiguita" mía del colegio. Era fea y tenía el cuerpo horrible, era plana con bolas como yo, no era divertida ni bailaba bien, no tenía chispa, ni carisma, ni bonita cara, ni buen pelo, no era ni siquiera buena persona! O sea, fue capaz de empatarse con el ex de su amiga sabiendo que su amiga estaba en la mierda. Ni pidió permiso. Me atormenté por una semana, ¿por qué? ¡¿Por qué Dios, me haces conocer el amor (it wasn't love) y después me lo arrebatas así (porque era lo mejor para mí)?! ¿Por qué la prefiere a ella? ¿Por qué no puede quererme como yo lo quiero? ¿Por qué me haces esto? ¿Qué tiene ella que no tenga yo? ¿Qué le puede dar ella que yo no puedaaaaaa?
Do I have to say it? Sí.
TIRAR. Eso es lo que ella podía darle. Acceso a su vajayjay. He could have sex with her. Conmigo eso noooo iba a pasar. A ver, imaginemos por un momento que él hubiera querido hacer el esfuerzo, pues, el trabajo y el lavado cerebral que casi todos los chamos hacían cuando querían desvirgarte, aunque no te quisieran. Imaginemos que el hombre se estuvo fajando, que jaló bola y que de verdad trató... Bueno, no hubiera funcionado porque Nina de 15 era más terca todavía (plop!) de lo que es Nina de 28. No era una opción para mí. Todavía me costaba horrible no sentirme como una puta porque el niño me había agarrado el culo with all my clothes on, todavía medía el tiempo de OK, tenemos 20 minutos besándonos, más de eso debe ser pecado y me paraba en seco y me bajaba corriendo del carro. Tirar was so so far away. Six years away, actually.
Claro que el hecho de que yo no quisiera tirar no significaba que todas mis "amigas"–pongo comillas porque esa bicha no era amiga mía un coño–no quisieran hacerlo. Y ahí fue. Ahí fue la primera vez que usé "puta" como un insulto. Que ella fuera tan precoz y estuviera dispuesta a tirar con él para amarrarlo, la hizo ante mis ojos eso y nada más. Ya sé, ya sé. Ahora es fácil saber que puta no es un insulto, sino un oficio. Ahora, sé que cada quien tira con quien quiera y que no es problema mío que lo hagan. Las mujeres que deciden con quien se acuestan, no son putas, son mujeres. Ya. Ahora sé que es bajo y denigrante, pero es muy difícil conseguir las palabras "precoz y liberada" para nombrar a alguien que hizo que experimentaras tu primer mal de amor. Sentada sobre la falda del colegio, sintiendo la cerámica fría del baño en las piernas, mientras ves las dos fotos que lograron tomarse y escribiendo en tu diario cuánto lo quisiste y cómo fue la historia entre ustedes palabra por palabra, es muy difícil usar los términos correctos. Ella no era una puta, pero igual le agarré arrechera a las perras. A las desconsideradas que te roban los novios y bueno, ahora en mi caso, los trabajos.
Ahora, viéndolo con perspectiva y distancia digo que sí se querían. En ese momento decía "las mujeres (éramos niñas, no mujeres) somos huecos intercambiables para esta gente ¿o qué?" Lloraba como loca. Me marcó, de verdad. Me marcó profundamente saber que todo lo que una es, vale poco a la hora de compararlo con poder dar rienda suelta a las hormonas antes de que los papás lleguen del trabajo.
Lo bueno es que ya aprendí. Si una prepago puede hacer ese trabajo, sin conocimiento alguno ni estudios, no es un trabajo digno de moi. Si pueden robártelo a cuenta de lo que sea, significa que nunca fue tuyo. Si te lo quita una que se acostó con alguien para que se lo dieran, you are better off. Porque ya aprendí que cuando te toca, ni que te quites y cuando no, ni que te pongas.
Y siento que esta vez, me toca.
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