Rompí mi promesa hace unos días y nunca me había sentido tan bien. Me fumé tres cigarros el domingo para celebrar el fin de Microteatro. Esto no quiere decir que voy a volver a fumar, sólo quiere decir que fumé y lo amo todavía. Lo amo como a un novio con quien nunca cerraste el ciclo y te quedaste mal pegada.
No voy a comprar cajas, ni voy a volver a mis hábitos por la sencilla razón de que amo más cantar bien que fumar. Tough competition, I know. Igual, I quit smoking for good, cold turkey y nunca me recompensé con un cigarro por haber dejado de fumar. Cada vez que me provoque fumar voy a pensar en cantar y en cuánto me costó adelgazar después de dejarlo.
Necesito oficio, porque pensar en fumar me tiene trepándome por las paredes y comiendo de más. Qué raro una, cagándola.
To say I missed it is an understatement. Fue como un encontronazo que me dejó aturdida. Como si no hubiera pasado un día entre él y yo. Como si esa noche nadie más que nosotros importara. After all, el cigarro ha sido mi más leal compañero. Fui yo la que le boté el culo y lo traicionó de la nada hace casi dos años.
Si tan sólo yo pudiera ser una mujer balanceada que sólo fuma de noche o sólo fuma rumbeando, podríamos tener reencuentros esporádicos. Lo que pasa es que es complicado no enamorarse de los bootycalls, ¿no? Especialmente si el bootycall es tan lindo y decente con una.
Esto iba a pasar eventualmente, digo yo. Me imagino que como siempre, Dios me perdonará por haber roto mi promesa, pero tampoco es que volví legal, sólo fue como un desliz. I hope I am off the hook.
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