"Para que nada nos separe, que nada nos una" dijo alguna vez Pablo Neruda.
No había nada peor que alguien respondiera "Poema 15, el de me gustas cuando callas, ¿sabes?" cuando preguntabas cuál era su poema favorito. Eso era ser un clichecito con patas, pero quizás todos lo éramos. Algunos lo somos todavía.
Traigo a colación este verso porque siento que todo lo último ha sido así. No había nada que romper e igual se rompió. No había nada construido e igual se fue al carajo. No había nada concreto, ni nada sólido e igual se destruyó. Los últimos diez meses de mi año han sido así en varios aspectos. Esto no es un guayabo por alguien, es una refelexión sobre todo.
No sé si era nada antes o si es nada ahorita. De repente ése es el problema, que tengo mis términos mezclados. Que son tan grises que no veo la diferencia por mi rechazo profundo al gris, sólo superado por mi rechazo al amarillo. ¿Quién los denominó así? ¿Quién es el que dice cuando algo es nada o cuando nada es algo? ¿No debería ser una? ¿No deberíamos ser nosotros los que digamos cuándo es algo es algo y cuando de verdad no es nada? Hm, claro, el problema está en nosotros. En ponernos de acuerdo. Porque también hay algo importante aquí, que es que la nada de uno puede ser el algo para el otro y viceversa. O peor todavía, la nada de uno puede ser todo para el otro y así.
Qué problema con la inexactitud conceptual, chica.
Cuando hay algo, ¿puede también no haber nada? De la nada, ¿puede haber algo? Cuando no está pasando nada, ¿algo puede pasar?
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