miércoles, 22 de febrero de 2012

La culpa es mía

Por escoger mal. Por tener dos opciones y escogerte a ti. Por escoger mal, siempre. Todas las veces. T-o-d-a-s. 

Por haber sido muy medida cuando he debido ser muy auténtica y por ser muy auténtica cuando he debido medirme.

Porque di 100% a quien no se merecía nada y nunca le he dado nada a quien se lo merecía todo.

Por estar emotionally unavailable cuando hombres maravillosos tocaron la puerta y por entregarme sin cordura a hombres generalmente mediocres e insensibles.

Por sentir cosas por las personas equivocadas y tomar de más durante las relaciones con los hombres correctos.

Por ver lo que quería en vez de lo que había. Por asumir verdades diferentes a las que los hechos gritaban solitos.

Por pensar cuando había que sentir. Por sentir cuando había que pensar.

Por darle rienda suelta a quien no merecía confianza y por confiar en quien merecía paranoia.

Por hablar de más a veces y  por callar lo importante unas otras.

Por no saber leer a la gente como leo a mis libros. Por no saber mirarme en los ojos de hombres dignos y por evadir las cosas turbias de las miradas de los que nunca lo fueron.

Por confundir maltrato psicológico con una relación de adultos tolerantes.

Por tratar como niños a los hombres. Por tratar como hombres a los niños. 

Por enamorarme tantas veces del mismo. Por terquear relaciones condenadas a fracasar y no darle a un chance a las cosas nuevas.

Por soñar con el mundo entero y conformarme con  un parcela de tierra.

Por necesitar el universo inmenso y conformarme con un mediocre cualquiera.

Por protegerme de ellos… no. Por protegerme de mí.

Por proteger a los buenos de una tipa así.

Por seguir en el camino interminable y agotador que escogí para mí. Por lograr que lo que siempre he querido sea más importante que la necesidad de que un hombre me mire a los ojos y me diga que me quiere.

Por tener que prove a point.

Por ser yo en vez de ser el tipo de mujer que ellos querían para ellos.

Por esforzarme para ser lo contrario a lo que ellos querían.

Por nunca pelear por nadie como peleo por mí.

Por no saber cómo rescatar ni acomodar aquello que rompo con mis palabras cuando me pongo brava y suelto veneno.  Por hacer daño y no saber repararlo.

Porque no es mi prioridad.

Porque no sé organizarme.

Por haber decidido que este blog es la relación más importante que he tenido y trabajar para y por él por más de lo que he trabajado en ninguna otra.

Por enseñar cuando tenía que aprender. 

Por no saber tomar decisiones. Sobretodo esas decisiones que sé que me van a costar algo.

Porque el precio por amar, a veces, es sacrificar quien eres. Y no estoy dispuesta a sacrificarme.

Porque, en serio,  ¿cómo se carga un bebé?

Porque nunca lograré querer a nadie tanto como me quiero a mí.

Porque era más fácil dejar que te fueras sin que me vieras llorar.

Por nunca estar en el lugar adecuado a propósito.

Por echarle la culpa al timing de mis deficiencias y de la mediocridad y crueldad general de los patanes que me han gustado.

Por no saber si quiero algo más.

Por no estar segura si me lo merezco.

Por miedo a desmayarme del dolor y el desamor de nuevo. Yo no puedo volver a perder nueve meses de mi vida llorando.

Por la certeza de saberme casi siempre, unworthy.

Por no querer, otras veces.

Por rehusarme a cambiar. Por no haber mejorado lo suficiente. Por no creerme capaz de aportar algo.

Porque nunca me han gustado los triángulos como figura geométrica. Mucho menos cuando se extrapolan a figuras metafóricas de la vida real.

Por querer enseñar cuando tenía que aprender.

Por buscarlos raritos a cuenta de que yo no me conformo con el “estándar preconcebido de belleza de nuestro siglo”.

Por haber amado carelessly hace tanto tiempo que no recuerdo cuando fue.

Por escoger mal, a propósito.

Por distraerme con todos los hombres equivocados esperando al correcto.

Por distraerme con los equivocados con la certeza de que el correcto tampoco será tal.

Por autoconvencerme con mis mentiras sobre un tipo y repetirlas hasta imaginarme que me creo que él es así.

Porque cuando no me quieren me hago daño. Y es mejor no ponerme en una situación en la que ese riesgo pueda correrse.

Porque no me sé enamorar. Porque es demasiado difícil dejarme querer. Porque quiero hasta que agota, duele, rompe, quema y hace daño y nunca me han querido así. 

Porque no sé cómo dejarme querer. Porque no sé lograr que me quieran de vuelta los que quiero. Y cuando los quiero y me quieren de vuelta me sorprendo, me asfixio, me acuerdo, me autosaboteo y me voy.

Porque nunca regreso, dado que no sé cómo.

4 comentarios:

Nico dijo...

Yo también fui culpable, pero nunca quise dañarte de forma consciente

yo dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
Rox dijo...

Porque nunca lograré querer a nadie tanto como me quiero a mí... La historia de mi vida, así somos después de caer y levantarnos varias veces, nos queremos tanto que pensamos muchas veces que nadie nos merece

Ora dijo...

¡Qué arrecho es leerte, coño!