Estoy en tu graduación, pero salí a
fumarme un cigarro porque falta mucho para que lleguen a la R de Rancel.
Buscando un escondite llegué a un patio desde el que se ve la cancha de fútbol
de tu colegio.
Me acuerdo perfecto de la primera vez que
te vimos jugar fútbol. Tenías 5 años, quizás un pelín menos. En ese momento me
daba mucha risa que todos los niñitos le daban vueltas como buitres a la
pelota. Algunos se contentaban sólo por haberla pateado, otros se alegraban
porque les había rebotado en el pie. Los arqueritos jugaban con la grama,
algunas de las niñitas lloraban porque se caían y los entrenadores los ponían a
todos a jugar. El único que se mantenía alejado del grupúsculo loco de niños en
pleno sugar-rush, eras tú. Esperabas el momento perfecto para conseguir la
pelota y siempre la pateabas certero hacia el pobre arquerito que no se había
dado cuenta de que ibas a hacer el gol.
Yo no sé si tú sabes cuánto te admiro y
por eso quería aprovechar el día de hoy para decírtelo. Quiero que sepas que admiro tu carácter y tu
perenne buen humor. Admiro tu constancia y tu determinación. Admiro que estés
tan claro, admiro que todos tus días y todas tus noches sean una búsqueda
constante de cumplir los sueños de tu vida. Admiro tu fortaleza y disciplina,
admiro que mientras ellos salen a caerse a palos tu descanses por el
entrenamiento. Admiro tu fuerza de
voluntad y tu tenacidad.
Quiero que sepas que por ti, me pongo
cualquier camiseta, menos la del Barça. Es paja, si terminas jugando en el
Barça me la pongo también. Donde sea que tú estés, yo estaré contigo. Donde sea
que yo esté, tú estás. Donde tú estés, ya sea en el cuarto de al lado, en un
campo de fútbol, en un camión de basura, en la cárcel, en Europa, en Oceanía,
en una oficina, en un taller mecánico, en Procter and Gamble, en el espacio, en
el ejército, en un submarino, en una funeraria, en donde tú estés, yo estoy
orgullosa de ti. Orgullosa de ti y del hombre en el que te convertiste.
Orgullosa de lo que has hecho y de lo que harás. Hay gente que nació destinada
a hacer cosas grandes. Tú naciste para ser grande.
Lo único seguro en la vida son la muerte
y los obstáculos. Los obstáculos son del tamaño del hombre que los vence.
Mírate en el espejo y ve el hombre grande que yo veo. No le tengas miedo a
tener miedo, Mauri. El miedo puede ser un motor poderosísimo. Te mueve hacia
delante para demostrarte a ti y a los demás que sí puedes. Si no tuvieras
miedo, significa que no te importa. Significaría que no es lo que amas. El
camino se camina. Los obstáculos se driblan. Como la mía, tu carrera no son 100
metros planos, es un maratón. Y tú estás en muy buena forma. Cuando estés
cansado me avisas; te sirvo agua, te doy un masaje y seguimos.
Si alguna vez no fui el ejemplo que
necesitabas, perdóname. No, taima, eso no es así. Sé que muchas veces no fui el
ejemplo que debí ser. Perdóname. Gracias a Dios y a pesar de mí, mírate. Mira
en lo que te convertiste con esta hermana mala conducta. No necesitas a más
nadie que a ti.Confía en ti como yo confío. Ciega y
absolutamente.
Acabo de acordarme de un partido, no
recuerdo con qué equipo, chutaste a gol y tu zapato salió volando.
Inmediatamente te cuajaste de la risa y todos nos reímos contigo. De eso creo
que puedes sacar una gran lección de vida: tú chuta. Chuta siempre, que así sea
el zapato entra.
Tu Itaca no es fácil, pero tu esfuerzo se
ve recompensado desde ya. Despertarte todos los días a hacer lo que amas es la
mayor felicidad que un hombre puede tener. Y, porfa, en serio, ponte protector
en la cara. (Que ladilla soy).
El mundo es tu balón. Sal a patearlo,
Nina.
PD: este post fue escrito en julio del año pasado. De esas páginas del Longer One Page Per Day Project que nunca pasé. Creo que este post siempre supo que hoy iba a ser más contundente.