domingo, 26 de junio de 2011

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Para ser lector no necesitas leer 8 horas al día. Nunca he entendido porque algunos creen que tiene que ser así.

Para ser lector sólo necesitas hacer tiempo para leer 5 minutos o 2 páginas. Es conseguir la motivación de apagar la tele, cerrar el Facebook y conseguir un sofa que te guste en tu casa.

 Mi rutina siempre es igual. Acaricio el lomo, abro el libro y lo huelo primero. Después busco la página en la que quedé. Esta parte es la más difícil de todo el ritual. Nunca me acuerdo de usar marcalibros, aunque tengo seis o siete por ahí en alguna esquina de alguna gaveta, y no doblo las esquinas de las páginas para marcar porque me parece que maltrata al libro. Una nunca sabe si ese libro se convertirá en su siguiente Rayuela o su siguiente Conde de Montecristo. Hay que dejarlos en perfectas condiciones.

Me atrevería a decir que es preferible no leer a resaltar un libro. Pero esa soy yo, que soy una loca extremista. Si algo es demasiado importante o tengo alguna duda uso un Mongol # 2. Vendrán y se irán generaciones y el mejor lápiz siempre sera Mongol # 2. Tan nuestro como Dayana o una galleta María.

A mí me gusta comulgar con los autores. Me gusta lo que ellos me dan y lo que yo le aporto. Me gusta buscar significados escondidos en cada palabra y cada coma, me gusta entonar cada oración y cada punto como se me antoja. Me gusta esa libertad que ellos me dan y me gustan esas licencias que me permito. Me gusta imaginarme las voces y decidir cuál fue exactamente la mirada que puso el personaje. Me gusta ver el cuarto en mi cabeza y agregarle ropa desordenada si el personaje da para eso. Me gusta ponerles rayones a los pisos de madera o pulir los listones de las esquinas. Me gusta cambiarles el pelo más oscuro o más claro, pero eso no se lo había contado a nadie hasta ahora.

No me gusta cuando los libros se acaban, cuando el muchacho o muchacha no logra lo que quiere y cuando no hay cambios definitivos en el status quo de los personajes. No me gusta cuando pierden, amo cuando ganan. Lloro cuando los malos se salen, temporalmente, con la suya. Lloro cuando es Cortázar, lloro cuando es Potter… casi lloro con un libro de sociología una vez. Ja. Just kidding.

¡No me soporto! Estoy demasiado enfiebrada y sensible con lo de la chica que lee… 

3 comentarios:

Chemi dijo...

Igual, ni doblo las páginas, y no le escribo ni con lápiz. Busco terminar un capítulo y así me ubico cuando lo retomo. O le coloco el primer papel que consiga.

El post del chamo Charles, el original, ya casi llega a 500 comments con varias respuestas e interpretaciones.

Pero mejor me parece el comentario local de Pedro, en particular "A quién no le gusta que glorifiquen un grupo al que pertenecemos"

http://lacagada.wordpress.com/2011/06/23/una-vida-miserable/#comments

Escrito apropiadamente para la audiencia!

Ley dijo...

Nina,

Que sabroso has descrito tu estadía mental cuando lees. Que sabroso has descrito la mía. Haces tu propio escenario y con tus propios personajes y nadie puede decir que así no fue!
A diferencia de ti y de Chemi, a mi me encanta rayar los libros y marcar cada duda que me surge con alguna línea. Creo que así interactuo con el libro y no sólo el autor queda para la historia, sino mis notas también!
Saludos!

Anónimo dijo...

Jamás doblo páginas y jamás rayo libros, es una regla! Es que, ni siquiera para dedicarlos si los voy a regalar; si ése es el caso, lo entrego con una tarjeta. Pero JAMÁS profano el libro.